Internet -y la TV- nos permitieron ver la final del baloncesto en Puerto La Cruz. Y como los venezolanos residentes en esta muy agradable zona «del imperio» -vecindades de Cincinnati- lamentamos el bochornoso final.
Pero antes de comentar sobre lo negativo, destaquemos el triunfo de Cocodrilos, que tiene un ingrediente muy particular: la apuesta por la cantera. Néstor Salazar y su cuerpo técnico, el gerente deportivo Rostin González y la organización en general, decidieron poner sobre el tabloncillo, en número importante de minutos, a un grupo de jóvenes, a pesar del riesgo que representaba para un equipo cuya afición reclamaba el título.
Ello condujo a pasar apuros en casi todas las instancias, pero al final salieron adelante. En una confirmación de que vale la pena arriesgarse, en forma calculada, planificada. Y aunque, como es lógico, al final fueran determinantes los «caballos», pero al comenzar no estaban Graterol ni Bethelmy -tampoco Juan Herrera- y el equipo siempre se mantuvo en segundo lugar.
Lo sustantivo, pensamos aquí, es la demostración de que sí se pueden ir estableciendo los nuevos valores, un mensaje directo a quienes se oponen a los tres criollos en cancha «porque no hay suficientes». Sí los hay, pero están esperando la oportunidad, solo que esta implica incertidumbre contrastante con el triunfalismo.
Abundan, desde luego, individualidades con méritos. Y en comentarios adicionales abundaremos, no sin mencionar ahora el caso de Jesús Centeno, monumento al coraje y quien -con la excelente ayuda profesional del médico Juan Letizia- contribuyó de manera importante -por rendimiento y presencia- a pesar de la delicada lesión que condicionó su accionar.
Volveremos sobre el tema y sobre el exceso de partidos. Sobre lo cual ahora leemos y oimos un montón de críticas, que nadie asomó cuando se anunció el calendario. Daba pena ver cómo terminaron algunos jugadores.
La violencia
De entrada, es preciso reconocer -y eso le corresponde en primer lugar a Marinos y a la liga- que las medidas de seguridad fracasaron. O, simplemente, no se cumplieron en buena medida.
En primer lugar, es censurable el hacinamiento producido en «La Caldera» por una asistencia que superó largamente el aforo, primer atentado contra la seguridad. Hubo gente en peligro por la ubicación que escogió y aunque no hayan sufrido percances, es irresponsable permitir tales riesgos. No podemos asegurar que se vendieran entradas en exceso, pero era evidente la imposibilidad de un espectáculo en condiciones normales.
En casos como la final, a nadie escapa (se supone que a los organizadores menos), que la asistencia superará límites comunes. Comenzando por los medios de comunicación, cuyos representantes requieren espacios para trabajar. Y hay muchas personas ligadas al medio -a la liga, al equipo local-, que no se incluyen entre quienes pagan entrada.
No hay otra solución -y menos en una instalación rebasada por el espectáculo- que sacrificar boletos y habilitar espacios para ubicar a esas personas, evitando la invasión a la zona de juego. Era casi imposible suspender, por distintas razones, pero la situación previa en los alrededores era como para no lanzar el entre-dos inicial.
En cuanto a los comunicadores, la dirigencia vive pregonando su importancia. Sin embargo, cuando hay oportunidad de demostrarlo, tomando medidas, se actúa como en el caso del calendario: dando prioridad a los ingresos por taquilla.
«Unos pocos indeseables». Siempre son, claro, pocos casos. Pero no hay capacidad del personal de seguridad para controlarlos. Y es imperdonable el lanzamiento de botellas, pero en esto no es cuestión de estar pensando en «los borrachos» -los violentos no necesitan estarlo-, lo primero es recordar que está prohibido entregar envases a los aficionados. Y controlarlo es materia del personal de seguridad.
Las medidas existen pero, simplemente, no se cumplen, como tantas otras en un país sacudido por la violencia y la irresponsabilidad. Ojalá que el ruido generado por los hechos del lunes conduzcan a medidas ejemplares, a soluciones que sobre todo abarquen las previsiones en próximas oportunidades.
Y que las reacciones en las alturas sean civilizadas, más que esa de agredir a un fotógrafo, como hizo el presidente de Marinos.
Con carácter
Estuvieron a punto de quedar eliminados dos o tres veces, pero los muchachos de Cocodrilos de Caracas siempre se repusieron. Y el resultado es que hoy son los flamantes de la LPB. “Yo les pedí que salieran a jugar con carácter, y vaya que lo hicieron”, contó Néstor “Mamaosa” Salazar tras saberse campeón, el lunes en La Caldera del Diablo.
Lo alcanzado por Cocodrilos de Caracas tiene gran valor, le ganaron a la renovación, se impusieron a las dificultades y cuando hubo necesidad de sacrificio, también se sacrificaron.
Pero es urgente tomar medidas en todos los índoles, más allá de la celebración de Cocodrilos. Sobre lo ocurrido el lunes, la primera sensación de todo lo que se vivió en Puerto La Cruz es vergüenza, aunque huelga abundar sobre el tema porque ya todo el mundo se pronunció; pero vale destacar el hecho de que hubo otras actitudes inadecuadas que pudieron haber provocado consecuencias peores, como la intervención del locutor Pepe Delgado Rivero, quien durante su llamado a la calma, durante su regaño a sus coterráneos, casi que justifica lo sucedido al afirmar que los árbitros habían perjudicado al conjunto local.
En cuanto a lo deportivo, es necesario recortar el torneo, definitivamente. El marcador bajo de los partidos de la final no sólo se debieron a defensa, sino que todos esos jugadores estaban diezmados y de verdad no podían ni con sus almas.
Edward Sarmiento
Armando Naranjo
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