Irma Grese sabía que su presencia inspiraba terror mortal, lo que la complacía y deleitaba, lo cual era de esperarse en una muchacha de tan sólo 22 años que fue responsable de, al menos, 30 muertes diarias
“Irma era conocida por lanzar furiosos perros hambrientos encima de los presos para devorarlos, asesinar internos a tiros a sangre fría, torturas a niños, abusos sexuales y palizas sádicas con látigo trenzado hasta provocar la muerte de las víctimas”
Apodada “La bestia bella”, “El ángel de la muerte” o La perra de Belsen” por los prisioneros de los campos de concentración a causa de su comportamiento sádico y perverso, Irma Grese fue una de las más crueles y famosas criminales de guerra nazi, quien a pesar de su corta edad fue condenada y ejecutada en la horca por los Aliados el 13 de diciembre de 1945.
Irma Grese nació en Wrechen, Alemania, el 07 de octubre de 1923 y fue una supervisora de prisioneros en los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau, Bergen-Belsen y Ravensbrück durante la Segunda Guerra Mundial. Había querido ser enfermera, pero pronto se vio fascinada por la oratoria de Hitler, por lo que se unió a las Juventudes Hitlerianas y abrazó la ideología nacionalsocialista.
El placer por la tortura
Hija de un lechero afiliado al Partido de los Trabajadores Alemanes Nacional-Socialistas desde 1937 y de una madre suicida, Irma dejó la escuela a los 15 años de edad, debido a sus intereses fanáticos en participar de la Liga de la Juventud Femenina Alemana, que su padre no aprobaba, por lo que fue expulsada de casa.
Con 18 años se presentó como voluntaria para entrenamiento en el campo de Ravensbrück y un año después, ya trabajaba como supervisora del mismo, siendo transferida a Auschwich en 1943, donde tenía a su cargo a 30 mil prisioneras judías, en su mayoría polacas y húngaras.
Al finalizar la guerra, en 1945, fue arrestada y se la acusó de asesinato y tratamiento enfermizo hacia las prisioneras. Se declaró inocente de sus cargos, pero los sobrevivientes de los campos que testimoniaron, la acusaron de asesinatos y torturas. Siempre usando pesadas botas, látigo y pistola, Irma era conocida por lanzar furiosos perros hambrientos encima de los presos para devorarlos, asesinar internos a tiros a sangre fría, torturas a niños, abusos sexuales y palizas sádicas con látigo trenzado hasta provocar la muerte de las víctimas.
En su alojamiento, después de la captura del campo, fueron encontradas cúpulas de lámparas hechas de piel humana de tres prisioneros judíos asesinados y despellejados por ella misma. Incluso, se dice que solía buscar mujeres judías de buena figura con la intención de destrozarles los pechos a latigazos. Después, las víctimas eran llevadas a una reclusa doctora para ser objeto de una dolorosa operación, episodio que era contemplado por Irma Grese considerablemente excitada.
Años después, durante su juicio, su hermana Helena relató que, mientras Irma trabajó en Ravensbrück, la vio sólo en una ocasión, cuando fue a visitar la casa familiar en disfrute de un permiso y se percataron de que la muchacha había experimentado una transformación significativa. El padre de ambas se disgustó al ver cómo su hija se pavoneaba con el uniforme de las S.S y se había adherido con fervor a la causa nazi.
Incalculables crímenes
Se ha afirmado que la criminal mantuvo relaciones amorosas con el doctor Joseph Mengele, responsable de vivisecciones y experimentos con enfermedades en los judíos del campo, sin embargo no hay pruebas directas de esta relación. De lo que sí quedan testimonios ciertos es de la belleza de sus facciones, endurecidas por un gesto de ferocidad y desafío.
Fue imposible determinar la responsabilidad de Irma Grese en un número concreto de asesinatos. Se dice que los cometía a un ritmo promedio de 30 personas al día, que en su mayoría murieron en las cámaras de gas, tras ser arbitrariamente seleccionados por ella. Finalmente, fue arrestada por los ingleses y juzgada en septiembre de 1945, junto con el comandante de Bergen-Belsen, Josef Kramer y otros 40 oficiales.
Su actitud, durante el juicio, osciló entre la indiferencia y el desprecio. Hacía dibujitos en una libreta y se desentendía de los testimonios en su contra que la calificaban como la peor mujer de los campos nazi, mientras que, sus declaraciones fueron de un laconismo extremo, plagado de “No”, “No se” y “Nunca vi nada de eso”, solo roto por ocasionales chispazos de acerada soberbia: “Yo soy incapaz de hacer planes. Nunca hice ningún plan para matar prisioneros”.
Durante su juicio, tras el cual fue sentenciada a la horca, ella negó todos los cargos de asesinato que se le imputaban pero, aún condenada, no renegó de la ideología nazi y en su celda, a la víspera de su ejecución, entonaba los cantos marciales de las temibles S.S.
Fue colgada el viernes 13 de diciembre de 1945 por el verdugo británico Albert Perrepoint en la prisión de Hamelín, Alemania, junto con otras dos mujeres alemanas, las enfermeras Elisabeth Volkenrath y Juana Bormann. Irma Grese tenía 22 años y fue la persona más joven sentenciada a muerte sobre leyes británicas en el siglo XX. Sus últimas palabras: “Schnell!” (¡Rápido!).
Mataba a las
más bellas
Irma Grese se adelantaba hacia las prisioneras con su andar ondulante y sus caderas en movimiento. Los ojos de las 30 mil desventuradas mujeres, mudas e inmóviles, se clavaban en esa implacable dama de estatura mediana, elegantemente ataviada y que tenía el cabello impecablemente arreglado. Las reclusas que, a pesar de su hambre y penalidades, seguían evidenciando un poco de su belleza física, eran las primeras en ser seleccionadas
Edda Pujadas
Twitter: @epujadas