El turismo no solo puede valorarse por su efecto positivo en las actividades productivas-comerciales como la ocupación hotelera, de las reservas de las líneas aéreas, del consumo en centros gastronómicos, centros comerciales, parques de recreación, entre otros receptores del gasto de los turistas.
El turismo también, cuando se asume como un eje importante para generar riqueza y bienestar social, obliga a los Gobiernos a mejorar la calidad de los servicios públicos, desde la seguridad ciudadana, aseo, vías de comunicación, desarrollo urbano, hasta el desarrollo de la infraestructura de puertos y aeropuertos de un país, la preservación del ambiente y el patrimonio histórico.
Y esto es lo que recientemente observamos durante la visita que hiciera el presidente Nicolás Maduro y los ministros de Transporte Terrestre, Transporte Acuático y Aéreo, Turismo y Ambiente al estado Nueva Esparta, lugar desde donde se anunciaron muy buenas nuevas para el turismo en Venezuela, y en especial, para la región insular.
Focalizarse en la Isla de Margarita no excluye al resto del país, simplemente, dado el atractivo y gancho que representa la isla para los circuitos internacionales de turismo, es una estrategia que convierte a Margarita en el comienzo de un viaje que puede terminar en Canaima, Mérida o Caracas.
La maniobra es válida ubicarla en la jocosa expresión de un posible extranjero que diga: “Ya que estoy en Margarita, voy aprovechar y conocer el salto más alto del mundo (Churún Merú) o voy a aprovechar de conocer la diversidad de pájaros en el estado Aragua”.
Claro está, la consumación de este deseo estará asociado a la agresiva estrategia de mercadeo que desarrollen los diversos destinos nacionales con el apoyo de los Fondos Regionales de Turismo (o sus equivalentes), Gobernaciones, Alcaldías, etc., todo ello bajo la batuta de un órgano nacional como el Ministerio de Turismo.
En Nueva Esparta se anunciaron varias acciones interesantes y puntuales: se espera a partir de septiembre vuelos charter directos a la región insular desde Bogotá, Panamá, Manaos (Brasil) y Argentina. Los turistas de esos países son buenos, sus monedas traducidas en el país rinden bastante.
No obstante, este tipo de turista viene -por lo general- con sus gastos “entubaos” por los llamados paquetes turísticos, por lo tanto, lo que gastan no beneficia a todos, por lo menos en la cuantía e intensidad deseada. Los más favorecidos son los operadores.
Por esta razón, el turista nacional, ese que va al mercado Conejero a comer empanadas de cazón, que toma un taxi en cualquier esquina, que gasta en tiendas por aquí y por allá, que no tiene la camisa de fuerza de un “all inclusive” también debe ser tratado como una tacita de plata dentro de las estrategias de captación del turismo receptivo desarrollado por el Gobierno Bolivariano.
Miguel Pérez Abad