Nicolás Maduro cumple cien días de presidente de Venezuela embarcado en una travesía marcada por el vendaval que supuso su ajustada victoria y las denuncias de fraude, pero sobre todo por un delicada situación económica.
Después de lo tumultuoso del inicio de su gestión, Maduro poco a poco ha ido consolidándose en la silla presidencial.
Sin embargo, su posición sigue siendo relativamente débil, sobre todo si la comparamos con la de su predecesor, Hugo Chávez quien, por cierto, hoy celebraría su cumpleaños número 59.
Ni entre los suyos tiene tanto poder como «el comandante», ni mucho menos goza del reconocimiento de su legitimidad en los opositores: Henrique Capriles, sigue sin reconocer lo justo de su triunfo electoral.
Heredero político de Chávez, pese al corto tiempo que lleva en el poder ya pueden entreverse algunos cambios: es algo más pragmático en lo económico y al tiempo más confrontacional en lo político.
Legitimidad cuestionada
Una diferencia que salta a la vista respecto a la gestión de Chávez está en los esfuerzos que ha tenido que dedicar Maduro a consolidarse en el poder después de los cuestionamientos a su legitimidad por las denuncias opositoras de fraude electoral.
A diferencia de las holgadas victorias que acumuló Chávez a lo largo de 14 años, Maduro se impuso con un 1,49% y la oposición sigue sin reconocer que lo hubiera hecho en elecciones justas y transparentes.
En cambio, con Chávez, había que hurgar muy profundo en las alas más extremas de la oposición para encontrar a quien cuestionara la legitimidad de su mandato. El conjunto de la oposición democrática tenía clara que su tarea era revertir el apoyo mayoritario del que gozaba por, consideraban, su populismo de prebendas.
No así Maduro, cuestionado desde el minuto uno. Los primeros días fueron de protestas y sonoros cacerolazos.
Pese a todo, el tiempo ha ido corriendo a su favor y, más de tres meses después, a la espera de lo que resuelva el Tribunal Supremo de Jusiticia sobre la impugnación del proceso electoral, el asunto no aparece de manera prominente en la agenda de los venezolanos.
«Si tuviera que decir cuál es el cambio más importante en estos tres meses, diría que es que Maduro se ha legitimado y que eso es actualmente un problema menor», le dijo a BBC Mundo Luis Vicente León, analista y presidente de la encuestadora Datanálisis.
Para León, el supuesto fraude electoral «no marca ya la agenda, aunque la marcó al principio». «No quiere decir que los opositores digan que Maduro es legítimo, sino que cuando le preguntas cuál es el principal problema del país, no responden ‘la legitimidad de Maduro’, te hablan de la economía».
Menos carisma
Lo dijo el entonces presidente interino durante la campaña electoral y los hechos lo han puesto de manifiesto a lo largo de su gestión, Maduro carece del carisma y el tirón popular de Chávez, y, por ende, de su poder entre sus filas.
El difunto mandatario, rodeado siempre de una especie de culto a la personalidad fomentada por intensas campañas propagandísticas, gozaba de una conexión muy especial con los suyos, de una devoción casi religiosa.
Hablaba durante horas, usaba mapas para ilustrar sus planes y los rayaba con rotuladores como si de una clase se tratara.
Su discurso polarizador e incendiariamiente antiimperialista estaba salpicado de chistes y anécdotas de su juventud. También bailaba y cantaba. Era entretenido.
Maduro, por el contrario, en alguna ocasión ha tenido que pedir silencio a los suyos mientras hablaba y hasta ha acabado quejándose de que no lo escuchan.
Si cuando Chávez sus deseos eran órdenes, el actual presidente se ha visto obligado a una gestión menos vertical.
«El dedo de Chávez es irrepetible. No tienen cómo imponer muchas decisiones. Maduro no puede hacerlo en solitario», opina el periodista Vladimir Villegas, crítico con el chavismo tras años de ser uno de sus dirigentes.
Un ejemplo podemos verlo en el proceso de elección de candidatos a alcaldes y concejales de cara a las elecciones del 8 de diciembre, algo que a los oficialistas parece que les está tomando más tiempo del esperado, mientras insisten en los llamados a la «unidad».
Para Luis Vicente León, es irrefutable que «el gobierno no tiene la conexión popular que Chávez tenía, ni Maduro la popularidad que Chávez tenía».
«Con lo cual, su capacidad para pedir a la población austeridad es menor y eso bloquea la toma de decisiones que pueden ser impopulares en materia económica. Esto hace más difícil el remedio de la crisis», agregó León.
Algo de pragmatismo económico
Si algo ha marcado la gestión inicial de Maduro, han sido los problemas económicos: un escaso crecimiento que no llega al 1% del PIB, una inflación del 40% interanual y recurrentes problemas de desabastecimiento de bienes básicos.
«Hay múltiples desequilibrios acumulados a través de diez años de mal manejo macroeconómico o evadir decisiones, como subir la gasolina o ajustar el tipo de cambio», afirma el economista José Manuel Puente, profesor del Instituto de Estudios Superiores en Administración (IESA).
Según Puente, a Maduro «le están explotando todas esas bombas de tiempo que activó Hugo Chávez».
Expertos en el sector consultados por BBC Mundo suelen señalar sobre todo al control de cambios, el control de precios de bienes básicos y a la política expansiva del Banco Central como los culpables de la situación.
Ante los problemas, la apuesta de Maduro ha sido el pragmatismo, apostando por el diálogo y el impulso de la productividad, para lo que optó por colocar al frente de la situación a Nelson Merentes como ministro de Finanzas.
«Han entendido mejor los problemas económicos que el gobierno de Chávez. Ese triángulo perverso que causa la crisis, el control de cambios, el control de precios y las expropiaciones que minaron la capacidad productiva, el gobierno lo reconoció mejor y más rápido», opina Luis Vicente León.
«El riesgo para Maduro de que la economía le cueste estabilidad existe de manera significativa», matizó León.
Más «sectarismo»
Si bien Chávez fue durante sus años al frente del gobierno fuente de polarización, sus herederos han redoblado su apuesta de confrontación en el plano interno.
Son constantes los insultos y ataques contra los tres únicos gobernadores de oposición, tachados de «vagos» y «fascistas» por el propio Maduro, que no duda en repetir que tienen los días contados al frente de sus estados.
Vladimir Villegas califica esta actitud de «política de mucho sectarismo». «Persiste la confrontación como elemento fundamental de su política», agregó.
«Hay que recordar que tenemos por delante unas elecciones en diciembre y el gobierno requiere reagruparse para superar las dificultades de la ausencia de Chávez», señaló el periodista.
Carlos Romero, politólogo de la Universidad Central de Venezuela, considera que Maduro continúa con «las grandes líneas políticas» de Chávez, como «el socialismo del siglo XXI» y el antiimperialismo.
«Se esperaba iba a haber un cambio de estilo, pero no lo veo hasta ahora», le dijo Romero a BBC Mundo.
Contra la corrupción
Villegas, quien considera que los cambios son todavía muy pocos, cree que merece la pena destacar la lucha contra la corrupción.
«Hemos visto más resultados en el corto plazo que durante buena parte del gobierno de Chávez», le dijo a BBC Mundo. «Son muestras muy tímidas, pero en comparación con lo anterior, hay gran distancia».
El gobierno de Maduro ha anunciado los arrestos de funcionarios de rango medio acusados de delitos de corrupción en diferentes organismos del Estado, algo virtualmente inaudito durante la gestión de Chávez.
No obstante, desde la oposición se critica que los arrestados son elementos de poco rango, que no se va a por «los peces gordos».
«Eso está por ver. Esa queja es prematura. Quizás más adelante veamos algo más de sustancia. Es una señal muy positiva», comentó Villegas.
Con información de bbc.co.uk