La vía p
ara la “Venezuela Bonita” de la que habló alguna vez Alí Primera no es la confrontación de hermano contra hermano. En los barrios estamos hartos de sobrevivir entre el miedo y la rabia, justificando a los males de ahora con los males de antes, levantando muros de resentimiento en vez de puentes de venezolana hermandad
Sobrevivimos y luchamos en barrios y urbanizaciones populares. Aquí hemos estudiado y trabajado. Aquí nos hemos enamorado y nos hemos desengañado. Aquí hemos celebrado nacimientos y hemos llorado a nuestros muertos. Los callejones, las escaleras, la falta de servicios básicos y la inseguridad forman parte de nuestro paisaje de todos los días. Pero la solidaridad, la amistad, el cariño, también componen la atmósfera que respiramos.
No somos marginales
¡Qué nadie se equivoque: No somos, ni por casualidad, “marginales”! En Venezuela lo realmente marginal, lo periférico, es la prosperidad, mientras la pobreza es ampliamente mayoritaria. 54% de la población vive en barrios, 16% lo hace en urbanizaciones populares como el 23 de Enero, Caricuao o Casalta. Siete de cada diez venezolanos vive como nosotros lo hacemos, en espacios económicamente deprimidos y socialmente segregados.
El serrucho se trancó
Y vinimos a vivir aquí no por capricho, sino buscando lo que buscan todos: felicidad, fortuna, mejor calidad de vida. Dejamos de ser pobres rurales y nos convertirnos en pobres urbanos para trabajar muy duro y poder así graduar a algunos de nuestros hijos en la universidad, lo que permitiría entonces a toda la familia “salir de abajo” y convertirnos en clase media. Muchos de nosotros efectivamente lo lograron. Hasta principios de los años 80 ese sueño fue posible. En estos barrios nuestros nació, a punta de educación y trabajo, la inmensa mayoría de ese sector social que hoy se llama “clase media”.
Pero el serrucho se trancó. Con el Viernes Negro de 1983 se iniciaron 30 años de devaluaciones que aun hoy no se han detenido, sino que se han disfrazado como “subastas del SICAD”. Esta crisis económica dio lugar a una crisis social profunda que se manifestó por primera vez en El Caracazo de 1989, un estallido social concentrado entonces en el centro del país durante unos pocos días, y apenas parecido al que ahora ocurre todo el tiempo en todas partes, con muchísima más violencia y más víctimas. Ambas crisis ya enunciadas (la económica, la social) detonaron una crisis política que se inició con los movimientos golpistas de 1992, que siguió con los movimientos golpistas del 2002 y que aún hoy no ha logrado resolver los problemas de ilegitimidad, corrupción e ineficiencia que son la verdadera causa de la inestabilidad política en esta Venezuela nuestra.
Promesas incumplidas
Mientras transcurrieron estos 30 años de crisis, los barrios dejaron de ser un espacio de esperanza y pasaron a ser un lugar de azarosa sobrevivencia, en el que cada quien sólo espera cuando le saldrá su número fatal en la lotería del miedo y de la muerte, la del hambre y el desempleo, la del derrumbe y el refugio… De estos 30 años de crisis casi la mitad, 14 para ser precisos, los vivimos escuchando un discurso que para unos significó una esperanza. A los pobres se nos habló de “inclusión”, de “derechos”, de una “Constitución”, de “justicia”. Palabras hermosas, de reconocimiento, de reivindicación. Palabras que en muchos casos no se vieron acompañados por los hechos. Y en muchos otros los hechos dijeron todo lo contrario que las palabras.
Y creció la pobreza
En efecto: Mientras invasiones y estatizaciones acabaron con las empresas y haciendas, especialmente las medianas y pequeñas, que eran las fuentes de empleo estable en el interior del país, la propaganda oficial sobre supuestas “maravillas” que estaban ocurriendo en los barrios de las grandes ciudades hizo que estos crecieran a un ritmo más acelerado que nunca. Los barrios crecieron, pero no crecieron ni los empleos, ni las escuelas, ni los hospitales, ni la vialidad. Lo que creció fue la pobreza. “Pobreza petrolera”, pero pobreza al fin y al cabo, pobreza con dinero en el bolsillo, porque la subida del precio internacional del petróleo permitió que en nuestros carteras hubiera algunos billetes más que antes. Más billetes que pueden comprar menos cosas. Así fue como en catorce años los pobres al mismo tiempo que nos familiarizamos con la palabra “revolución”, también conocimos muy bien lo que quiere decir la palabra inflación…
Estamos hartos del miedo y la rabia
Así estamos, a 30 años del llamado Viernes Negro y a 14 años de iniciarse el llamado “proceso revolucionario”, cuando el lamentable fallecimiento del Presidente Chávez impone no sólo un duelo oficial, sino una reflexión real a todos los venezolanos. ¿Es esta la Venezuela que queremos? ¿Se resolvieron de verdad la ineficiencia, la corrupción y el divorcio entre dirigentes y dirigidos que ocasionó lo desencuentros del pasado? Estamos convencidos de que aún falta mucho para construir la Venezuela económicamente próspera, socialmente justa y políticamente democrática que todos queremos y merecemos. No tenemos la receta mágica para llegar a ella, pero sí sabemos con precisión cual NO ES el camino: La vía para la “Venezuela Bonita” de la que habló alguna vez Alí Primera no es la confrontación de hermano contra hermano. En los barrios estamos hartos de sobrevivir entre el miedo y la rabia, justificando a los males de ahora con los males de antes, levantando muros de resentimiento en vez de puentes de venezolana hermandad. La polarización es el negocio de unos pocos y la desgracia de muchos.
Necesario es convivir
En los barrios no queremos “confrontar”. Lo que necesitamos es CONVIVIR. Y la convivencia tiene su base en el respeto. Y el respeto a su vez tiene en su centro el reconocimiento del otro. En estos días en que la Asociación Civil Radar de los Barrios cumple ocho años de lucha y sueño, de propuestas y protestas, ratificamos a todos nuestros hermanos y vecinos, sin colores políticos, sin discriminación ideológica de ningún tipo, que ese será el objetivo de nuestros esfuerzos en estos tiempos que vienen: promover la convivencia, la unidad, la solidaridad y la hermandad entre los venezolanos que vivimos y luchamos en los barrios populares, para así avanzar más en la lucha por una mejor calidad de vida en nuestras comunidades, en el marco de un país que por fin logre su estabilidad gracias a la consolidación de un nuevo pacto de los pobres con el poder, un pacto basado en derechos y no en prebendas, y garantizado por instituciones que funcionen y por leyes que se cumplan, y no por la siempre incierta voluntad de un caudillo o de un burócrata.
Caracas, Julio de 2013
Asociación Civil Radar de los Barrios
Radar de los barrios
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @chuotorrealba