Los desafíos que tenemos los barloventeños en los próximos años transitan por una toma de conciencia profunda, en la que el sistema educativo en todos sus niveles debe jugar un rol protagónico para la rebarloventeñización en las unidades curriculares, los textos, las actividades
Somos un pedazo de tierra besada por el mar Caribe, soplado por los vientos de la serranía del interior y arrullado por los cantos del rocío de la laguna de Tacarigua.
Somos el humus donde el teobroma cacao nos convirtió en el primer espacio económico de la colonia para abastecer al viejo mundo de la almendra milagrosa convertida después en chocolate.
También somos la suma de más de un centenar de células rítmicas que viven en nuestra variedad de tambores: tamboritas de fulias, tamboras de parranda, culo e’ puyas, mina, quitiplas.
Una lejana marimba de boca con sonido agonizante en El Guapo, se suma solapadamente en alianza con el carángano para no morir de soledad.
La bandola barloventeña desarrollada por Juan Rebolledo, reafirmada por Inocencio Caraballo y difundida por Pedro Pablo Arteaga, dejan constancia que nuestra región es un espacio sonoro donde las cuerdas también venidas en los barcos negreros de África forman parte de nuestra diversidad cultural.
¿Cuánto tiempo dialogando con la naturaleza para construir nuestra barloventeñidad? ¿Cuántas luchas para reafirmar lo que somos? ¿Estaremos conscientes de que estamos perdiendo nuestro Barlovento?
Antidesarrollo y fatalidad
Hoy estamos en una situación compleja, en la que nuestros ríos han desaparecidos casi por completo. La Laguna Madre… esa… la de Tacarigua, la están dejando morir ante un Instituto Nacional de Parques mudo y complaciente que deja imponer los filetes inescrupulosos y los motores de lanchas que ahuyentaron a las mojarras y tienen amenazados de muerte por asfixia aceitosa a los lebranches, al camarón y el róbalo, por cierto cada vez más escasos.
Algunas aves se extinguieron: paraulatas, como ’e arroz, reinitas, conoto, azulejos, “Cristo fue” y tantas otras variedades que coloreaban nuestro cielo azul, horizontal y construían un coro armonioso que nada tenía que envidiarle a las sinfonías de Beethoven o Sebastian Bach.
El concepto de desarrollo que se pretende o se está implementando para Barlovento, no es el más indicado. Lo hemos venido diciendo desde finales de la década de los setenta del siglo pasado.
Soñamos con una universidad, hoy Universidad Politécnica Territorial Argelia Laya, que casi nunca a lo largo de su historia ha estado acorde con un currículum pertinente a la barloventeñidad. Ni hablar del sistema educativo, donde en las escuelas poco se conoce sobre la geografía barloventeña… y nada, casi nada de nuestra historia aborigen colonial, independentista o contemporánea.
Juan Pablo Sojo, nuestro pionero de los estudios afrovenezolanos, apenas se conoce por el nombre de una escuela pero solo de nombre, pues sus obras no han sido incorporadas en los programas de literatura, aun se siguen difundiendo las obras racistas y endoracistas de Rómulo Gallegos como Pobre Negro o Lanzas Coloradas de Uslar Pietri… la poética de Fabianni Ruiz o Pedro Laya… ¿quién carajo las conoce?
El desarrollo mal concebido fue anulando la reafirmación de la identidad, pues se sabe que la identidad de un pueblo está en contra del modelo de desarrollo expresado en la destrucción ecológica-cultural conocida como ecoculturicidio, marcada por la construcción de autopistas a adiestra y siniestras, las represas (hay que revisar los efectos letales de la represa Cuira), la desforestación criminal que está desertificando nuestros bosques y sus consecuencias de aumento de temperatura y calorones infernales.
Por otro lado, también están las construcciones urbanísticas sin tener estudio de impacto de “nuevas ciudades”, como está sucediendo actualmente en el municipio Acevedo.
El “desafatalismo” (desarrollo con fatalismo) es la enfermedad congénita del desastre convivencial del ser barloventeño con la naturaleza. El “desafatalismo” es la antesala de la agonía de la naturaleza, es la carta de defunción de nuestra barloventeñidad.
Reconstruir la
Barloventeñidad
A lo largo de la historia, frente a cualquier intento de destrucción de la identidad ecológica cultural, los pueblos resisten cuando su identidad es fuerte y da direccionalidad a su sentido de vida. Esa resistencia se expresa desde la construcción de unos nostálgicos versos poéticos, pasando por una tonada de tambor mina, hasta cerrar una carretera principal como repudio al “desafatalismo” y el Estado muchas veces ausente para resolver los problemas más sentidos del pueblo.
Los desafíos que tenemos los barloventeños en los próximos años transitan por una toma de conciencia profunda, en la que el sistema educativo en todos sus niveles debe jugar un rol protagónico para la rebarloventeñización en las unidades curriculares, los textos, las actividades. Hay que publicar textos barloventeños por los propios barloventeños que escriban en barloventeño, sin perder el sentido de la globalocalización, es decir Barlovento es Barlovento pero no está desvinculado del mundo.
También pasa porque los medios comunitarios -bien sean radio, internet o televisión-, difundan, promuevan nuestras culturas tradicionales, educar para preservar nuestra ecología, recuperar los valores de la solidaridad, el orgullo de ser barloventeño como forma de prevención de conductas inapropiadas de nuestros jóvenes.
Reconstruir nuestra barloventeñidad no es construir monumentos estéticamente terribles como esas vírgenes que en nada se parecen a la mujer barloventeña, o supuestos patriotas que más bien parecen unos monstruos como los que están en Higuerote. No. Nuestra rebarloventeñización pasa por un programa estructural en el que se reivindique lo más hermoso de nuestra estética (como permanentemente nos los dice Casimira Monasterio).
Rebarloventeñizarnos es concretar seriamente un proyecto rural integrado participativo, es también la descontaminación del río Tuy para no seguir comiendo vegetales, verduras cacao o plátanos contaminados de plomo y mercurio. Es urgente la preservación de la Laguna de Tacarigua, La Reina, los chorros de Urba iconos de nuestra barlonaturaleza.
También se impone revisar las empresas socialistas del cacao y del plátano para una mejor adecuación nacional e internacional.
Es urgente saber qué en verdad estamos produciendo con el infinito relanzamiento de la Gran Misión Agrícola Venezuela, a ver si esta vez arriman un saco de ñame para frenar el 80% de importación de lo que consumimos. Se impone una revisión de organismo como Ciara, Fondas, Corporación del Cacao, entre otras.
¿Qué tipo de turismo necesitamos para Barlovento? ¿Turismo de fachada? ¿Turismo de derrape? ¿o turismo ecocultural?
Revisión a fondo de los cuerpos policiales y el tema de la inseguridad, vital para nuestra región para nuestro desarrollo armónico.
Barlovento es un reto complejo para el futuro inmediato, no hay tiempo que perder.
La Voz de Afroamérica
Jesús “Chucho” García