Cualitativamente el crimen urbanístico es imperdonable y cuantitativamente irredimible. Pero no debe perderse de vista quién es el autor intelectual; a los materiales deberemos agradecerles que, gracias a su incompetencia para alcanzar las metas, habrá una importante contención de los daños
En días recientes unas declaraciones de Fruto Vivas criticando aspectos de la Misión Vivienda alborotaron el avispero del mundillo profesional oficialista. Era difícil no esperar que el primer ofendido fuera el ministro para la transformación revolucionaria, pero sí sorprendió el des-censo en liza de un escudero que, hasta donde se sabe, poco tiene que ver con el desatino criticado y que se suponía ubicado en un rango no sólo distinto sino, pese a no ser ministro, más elevado que el del ofendido. Quizá esto último sea una pista para entender tanto alboroto: que al final el culpable no es el ministro, que, como ambos han confesado, no ha hecho otra cosa que seguir instrucciones del ahora bautizado Comandante Eterno; como se sabe, la culpa no es del ciego sino de quien le da el palo.
Criticar la Misión es entonces criticar al inmarcesible, pecado imperdonable en esta neoreligión en construcción.
Se entiende así que el imprevisto escudero que, ahora está claro, no lo es en verdad del ministro sino del que él mismo llama «líder excepcional»- ose definir uno de los peores, si no el peor atentado cometido contra esta desventurada ciudad, «formidable faena civilizatoria, de redención y emancipación». Un ditirambo raras veces visto fuera de los regímenes autocráticos.
Pero terminan descubriendo su propia tramoya cuando insisten en el argumento de la urgencia: ¿qué más se podía hacer, preguntan, frente a semejante emergencia? ¿Cómo reclamar «perfecciones abstractas»? Y se olvidan que estuvieron 12 años mangoneando en materia de vivienda (y no sólo de vivienda) durante los cuales levantaron en promedio apenas poco más de 40 mil unidades por año, 1,8 por cada mil habitantes, mucho menos de lo que se hizo en los peores años de la República Civil; y rematan hablando ahora de millones de viviendas cuando la epopeya de los primeros dos años de la GMVV se quedó en 200 mil: a ese ritmo les llevará 30 años llegar a los 3 millones. Y ya tienen 14 abusando del poder.
Cualitativamente el crimen urbanístico es imperdonable y cuantitativamente irredimible. Pero no debe perderse de vista quién es el autor intelectual; a los materiales deberemos agradecerles que, gracias a su incompetencia para alcanzar las metas, habrá una importante contención de los daños.
Recado para Fruto: En la entrevista de marras afirmas «¡Caracas no tiene una oficina de planificación urbana!» aunque te has sentado en ella el Instituto Metropolitano de Urbanismo para conversar acerca de cómo garantizarle el futuro consiguiendo la cooperación de todas las fuerzas que conviven en ella. Lo que sí es cierto es que el régimen, en todas sus instancias, insiste no sólo en ignorarla sino incluso en bloquear todas sus iniciativas: para decirlo en criollo, en no lavar ni prestar la batea.
Marco Negrón
Twitter: @marconegron