El gran fraude del SITME de 25 mil millones de dólares aparece sin que nadie del Ejecutivo de nivel ministerial sea tocado ni con el pétalo de una rosa. Otro tanto ocurre con los sermones al INDEPABIS, donde recientemente fueron limitadas las atribuciones de Eduardo Samán
Los intelectuales, y me refiero a los verdaderamente intelectuales, a quienes tienen capacidad para leer, comprender, escribir, pensar, analizar, memorizar y efectuar recomendaciones, tienen sin embargo, en algunos casos, unas formas de expresarse muy difíciles de comprender en relación a la intención de las ideas y comentarios que hacen. Se entiende perfectamente lo que dicen, pero no se sabe a ciencia cierta cuál es el propósito de sus palabras, oraciones y juicios, el cual permanece escondido y no es expuesto diáfanamente. Se efectúa una crítica, muchas veces correcta, pero como responsables aparecen sólo los funcionarios que están al final de la cadena de responsabilidades o, en otros casos, se silencia a los jefes superiores y se libera siempre de culpa al jefe supremo, quien nunca es responsable de absolutamente nada. Esta conducta hace que al final el mensaje se pierda y pueda ir dirigido a cualquier parte, lo que lo hace ambiguo y por lo tanto de poca utilidad política y social.
Se habla, por ejemplo, en forma extensa de las insuficiencias e inconsecuencias de organismos como CONATEL, que ha permitido violaciones de las leyes de Comunicaciones y la RESORTE, pero se silencia dónde está la responsabilidad de la grave situación. Ni siquiera se asoma la posibilidad de que esas infracciones sean parte de la política gubernamental diseñada en el más alto nivel, por lo que los ministros, verdaderos responsables, salen ilesos. El gran fraude del SITME de 25 mil millones de dólares aparece sin que nadie del Ejecutivo de nivel ministerial sea tocado ni con el pétalo de una rosa. Otro tanto ocurre con los sermones al INDEPABIS, donde recientemente fueron limitadas las atribuciones de Eduardo Samán en lo que a selección de su personal se refiere, situación que se calla pues su análisis llevaría, si se es consecuente con lo que se dice, a cuestionar la actitud del ministro y la del presidente Maduro, quien respaldó la decisión limitativa ministerial.
Un caso muy ilustrativo es el de la grabación de Mario Silva, y no digo “supuesta” porque, según leí, la propia Fiscalía había establecido que la voz era del locutor ahora venido a menos. Se escriben largos parágrafos para explicar por qué la grabación fue un montaje, pero nada se dice de por qué entonces el programa fue suspendido y Silva, un hombre presente por años en el escenario político venezolano, quien nunca trató de ser medallita de oro para que todos lo quisieran, es desaparecido del escenario electoral venezolano. ¿Tiene que ver con la grabación esta ausencia? Y si no tiene nada que ver: ¿Cuáles son las causas de la misma? Se elude llegar en el análisis hasta el momento de tener que responder estas preguntas, lo que hace a la crítica muy simplona, de carácter formal y encubridora de que se quiere aparecer como crítico pero sin poner en peligro la relación que se tiene con el alto gobierno, pues de la misma se obtienen distinto tipo de prebendas y privilegios.
Luis Fuenmayor Toro