La Revolución apretó el acelerador y esa realidad, que corresponde a la naturaleza totalitaria del régimen, se traduce en el crecimiento del terror. La bóveda del miedo se cierra, los espacios de difusión desaparecen y la injusticia revolucionaria, sin ningún tipo de vergüenza, funciona como arma de sometimiento y persecución a las voces disidentes.
El miedo es un síntoma propio de las sociedades autocráticas con rasgos totalitarios. La persecución institucionalizada con velo de legalidad, como la que vivimos en Venezuela, hace que nos ensimismemos; que acudamos al popular “sálvese quien pueda”. Fomenta el individualismo y la lucha por la supervivencia.
¿Qué ha cambiado en las últimas semanas? ¿Por qué ha crecido el miedo? El terror se acentúa porque la revolución avanza en su perversidad y no vemos muros de contención en el horizonte. El terror se irradia cuando ocurren injusticias terribles y la sociedad entera no ofrece testimonio visible de indignación. Es un círculo vicioso que funciona de la siguiente manera: Primero el régimen ataca – siempre brutal y de manera barbárica. Esta realidad hace que la sociedad se atemorice y, por lo tanto, se ensimisme. La introspección y el silencio generan desaliento, desesperanza e inacción. Entonces, cuando estamos paralizados por el miedo, la bestia vuelve a su presa. La revolución nos vuelve a atacar.
Las arremetidas más recientes del régimen -el ataque al parlamento, el auto de detención a Oscar López, la persecución a Primero Justicia, las decisiones serviciales del TSJ, la dominación revolucionaria de Globovisión, la censura en los medios de comunicación, la implementación del reglamento 058 en la educación- han golpeado la moral de la sociedad entera. Se respira desaliento y desesperanza. Pareciera que no basta que se nos pida esperar hasta el 08 de diciembre; luce que hace falta algún tipo de reacción que invite a la esperanza y reavive la confianza en que vendrán tiempos mejores.
Sin duda alguna la vía electoral es el camino que escogimos transitar; sin embargo, esa vía no se debe aislar de la agenda real por dos razones: primero, por motivos de justicia; no es bueno el silencio cuando se comenten infamias como las que estamos viviendo y segundo, por un sentido práctico; la única manera de estimular la lucha electoral es atándola a lo que lleva a resistir.
Probablemente, al revisar estas líneas, algún lector pensará que exagero, que las cosas no son así; se refugiará en la negación del que no quiere ver. Lamentablemente, poco importa si volteamos la cara a la verdad de las cosas. Tarde o temprano la realidad nos alcanzará; no nos quedará más remedio que aceptar que existe y tendremos entonces tres caminos: acostumbrarnos a vivir sometidos, huir del problema o luchar en su contra. Estas son las opciones cuando la bestia sigue a su presa.
Paola Bautista de Alemán