La estupidez se eleva a su máxima expresión al intentar crear una matriz de opinión favorable al gobierno y en contra de la oposición, cuando el verdadero pensamiento de la gente está orientado a la inversa
Exactamente década y media atrás, antes que todo este desmadre comenzara, todos los domingos aquel hombrecillo marcaba con su pluma la pauta en la nación. Formulaba críticas y denuncias. Escribía para uno de los diarios más acreditados de Venezuela y la opinión pública le respetaba y creía.
Después se destapó, al revelarle tal cual era. En realidad no era aquel supuesto hombre de Izquierdas sino un verdadero mercader de la política y hoy día, 15 años después, es quien anuncia planes de magnicidios, de aviones comprados y dispuestos a invadir al país, es decir, emplea puras artimañas para hacer creer que las fuerzas democráticas de la oposición tienen una agenda golpista.
Pero el país no es ese idiota latinoamericano dibujado por Álvaro Vargas Llosa ni los venezolanos somos unos tontos para caer en esas trampas infantiles urdidas bajo el signo de la estupidez, equivalente a la necedad o falta de inteligencia, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española.
Nadie cree en esas denuncias domingueras, muy a pesar que el hombrecillo se vista elegantemente para intentar copiar a un gentleman y use todos los trucos de la televisión. El país, Venezuela, es otro pero el personaje nunca ha dejado de ser el mismo, sólo que ahora actúa con total desparpajo y, lo más importante: nadie le cree ni respeta.
La otra añagaza es el combate de la corrupción, cuando precisamente ésta mala práctica está desbordada en el seno del gobierno nacional y ahora, intentando dar un giro político, pretenden culpabilizar de la misma a la oposición.
La estupidez se eleva a su máxima expresión al intentar crear una matriz de opinión favorable al gobierno y en contra de la oposición, cuando el verdadero pensamiento de la gente está orientado a la inversa.
Basta ver la apabullante elegancia de los acusadores para evidenciar donde está la pelota en el terreno y escarbar en flor de piel para que afloren los escandalosos casos de corrupción en miles de millones de dólares y cuya máxima expresión es la denuncia pública (aún sin investigar) del entonces ministro de Planificación, Jorge Giordani, contra el Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera (Sitme), donde se robaron nada más y nada menos 23 mil millones de dólares, equivalente al presupuesto de varios estados venezolanos.
En medio de tanta estupidez oficial, existe una gran realidad: el voto castigo del próximo 8 de diciembre, cuando los candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática ganarán las principales alcaldías del país, en virtud de que los venezolanos podemos ser de todo un poco pero menos estúpidos.
Exequíades Chirinos