Residentes del área de Bagdad despertaron el miércoles bajo un aluvión de bombas sincronizadas que tenían como blanco principalmente zonas chiíes y siete integrantes de una sola familia murieron mientras dormían en lo que parecía ser un ataque sectario en Irak. Por lo menos 80 personas murieron y muchas más resultaron heridas.
Mientras los ataques a gran escala son cada vez más comunes en el país, funcionarios iraquíes se preparan para más efectos secundarios de la guerra civil siria que se propaga a lo largo de la frontera oeste.
El primer ministro Nuri al-Maliki dijo el miércoles que fuerzas de seguridad iraquíes y otras instituciones gubernamentales están en máxima alerta contra cualquier consecuencia doméstica ante una acción militar en Siria encabezada por occidente.
Los ataques del miércoles por la mañana representaron los más recientes de una incesante oleada de asesinatos que ha causado la muerte de miles de personas desde abril, marcando la peor serie de incidentes sangrientos desde 2008. Atentados coordinados con coches bomba han azotado Bagdad repetidamente por varios meses, en ocasiones tan seguidos como dos veces a la semana.
La violencia aumenta los temores de que Irak pudiera regresar al borde de una guerra civil alimentada por diferencias étnicas y sectarias.
El miércoles, los insurgentes emplearon vehículos cargados con explosivos, ataques suicidas y otras bombas y se enfocaron en estacionamientos, mercados al aire libre y restaurantes en vecindarios de Bagdad de mayoría chií, de acuerdo con funcionarios. Una caravana militar también fue atacada en el sur de la capital.
Fuerzas de seguridad cerraron el paso a los sitios de los bombardeos mientras las ambulancias se apresuraban a recoger a los heridos. Los restos retorcidos de vehículos estaban esparcidos por el pavimento mientras personas asignadas a la limpieza de la zona y propietarios de tiendas retiraban los escombros. En un restaurante afectado por los ataques, el piso estaba manchado de sangre y los platos estaban regados sobre mesas de plástico.
«¿Qué pecado cometió esa gente inocente?», preguntó Ahmed Jassim, que atestiguó una de las explosiones en el vecindario de Hurriyá, en Bagdad. «Hacemos responsable al gobierno».