Sicarios colombianos contratados para matarlo, sabotajes económicos y hasta planes de envenenamiento, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha convertido las denuncias de conspiración en un rasgo cotidiano de su Gobierno.
«Después de la pérdida física del comandante (Hugo) Chávez, la derecha internacional arrancó un proceso de conspiración contra Venezuela», aseguró Maduro luego de que su Gobierno anunciara esta semana la detención cerca de Caracas de dos colombianos que supuestamente formarían parte de una red de sicarios con intención de asesinarlo.
Siguiendo los pasos de su antecesor, Hugo Chávez, quien también acostumbraba a denunciar maniobras desestabilizadoras en su contra, Maduro ha denunciado en sus poco más de 100 días en el poder guerras psicológicas, sabotajes económicos, la infiltración de sicarios colombianos y mercenarios pagados por «la derecha salvadoreña» para matarlo y un supuesto plan orquestado para envenenarlo.
El expresidente colombiano Álvaro Uribe, el exembajador estadounidense en Venezuela Otto Reich y el anticastrista Luis Posada Carriles suelen ser los blancos de sus denuncias, que la oposición ha rechazado como una cortina de humo para ocultar los problemas del país.
El Gobierno ha defendido la credibilidad de estos anuncios y ha dicho que son producto de investigaciones serias, aunque la oposición le ha reclamado que presente pruebas.
Para el escritor y columnista Alberto Barrera, esta serie de denuncias refleja la «sociedad preapocalíptica» en que se ha convertido Venezuela, donde siempre está a punto de suceder una «hecatombe que nunca ocurre».
«Esta es una sociedad supermediatizada. Venezuela perdió su sentido de una verdad común, lo que tenemos todo el tiempo son versiones de versiones, incluso las noticias son rumores», dijo a Efe Barrera, coautor de la biografía «Hugo Chávez sin uniforme».
En el plano político, las teorías conspirativas ayudarían además a Maduro a generar cohesión en torno a su figura al interior del chavismo, especialmente tras haber ganado la Presidencia con una diferencia de menos dos puntos frente a su rival, que aún no reconoce su victoria.
«Se trata de generar grandes amenazas para cerrar filas en defensa de Maduro», dijo Barrera, recordando que el presidente debe construirse también una historia propia luego de ser designado «a dedo» por Chávez como su heredero político.
Entre las denuncias que Maduro ha ido sumando está la acusación de que detrás de los insólitos asaltos en el oeste del país para cortar y robar el cabello de las mujeres con el fin de venderlo luego hay una «guerra psicológica» contra Venezuela.
A finales de mayo Maduro interpretó que una reunión entre el líder opositor venezolano Henrique Capriles y el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, era una señal de que desde «los más altos poderes del Estado» colombiano se conspira para derrocarlo.
Esta semana agradeció a Santos por su ayuda en la captura de quienes querían asesinarlo.
En las últimas semanas ha insistido en que la explosión hace un año de la mayor refinería de Venezuela dejando más de 40 muertos por un aparente escape de gas fue obra de un sabotaje de «la derecha».
Estados Unidos es otro de los acusados recurrentes de Maduro, que esta semana cuestionó al presidente Barack Obama por no pronunciarse sobre los supuestos planes de magnicidio en su contra que Posada Carriles estaría gestando en su país.
Las denuncias contra Estados Unidos acompañaron a Chávez hasta pocas horas antes de anunciarse su muerte el pasado 5 de marzo, cuando Maduro informó de la expulsión de dos agregados militares de la embajada estadounidense en Caracas por «proponer proyectos desestabilizadores» a militares venezolanos.
El propio Chávez llegó a sugerir también que Estados Unidos había «inventado la tecnología para propagar el cáncer» en algunos líderes latinoamericanos.
En los últimos días, Maduro asoció el supuesto intento de magnicidio en su contra con el inicio del ataque a Siria que podrían preparar Estados Unidos y sus aliados.
«El plan era eliminarme a mí, simultáneo al ataque contra Siria, para eliminar este portento que es Venezuela», dijo el miércoles.
El politólogo Nícmer Evans, profesor de la Universidad Central de Venezuela, considera que no es «descabellado» pensar que hay intereses que busquen intervenir en Venezuela para controlar su riqueza petrolera.
«Yo no acusaría en ningún momento la postura de la dirigencia política venezolana como paranoica porque creo que la historia ha ido mostrando de manera muy clara que hay profundas razones para pensar en lo que se piensa», señaló.
«No es Nicolás Maduro el objetivo central de un magnicidio, el objetivo fundamental de todo esto es el petróleo venezolano», agregó en diálogo con Efe.
No obstante, Evans advirtió del riesgo de que con tantas denuncias se caiga en la fábula de «Pedro y el Lobo».
«En el asunto del magnicidio estamos como la fábula sobre el lobo: ‘ahí viene el lobo’ y cuando llega nadie se da cuenta de que llegó porque ya se había advertido tantas veces que iba a llegar», dijo. EFE