El entrenador de caballos más laureado del país, Julio Henrique Ayala Coronil, decidió apartarse definitivamente de la actividad que le dio todo, pero que también le quitó todo.
[dropcap]F[/dropcap]inalmente, el entrenador de caballos purasangres de carrera más laureado del país, Julio Henrique Ayala Coronil, decidió dar un paso al costado: “Sí me voy, lo que ha pasado con Comediante es demasiado; no es fácil irme, pero tengo que hacerlo, este fue el regalo que me dieron por mis 40 años en la actividad”.
Totalmente decepcionado, no del hipismo, sino de todo lo que sucede alrededor del hipismo nacional, Ayala Coronil ya tiene una decisión tomada. Cómodamente sentado en la terraza de su hogar dio un repaso a su vida, recordó nombres, fechas, caballos, amigos, situaciones que debió vivir para ir elaborando una vida llena de satisfacciones, de éxitos y de errores, de vivencias que siguen firmes en su memoria.
“Yo me retiraba el año pasado, cuando Comediante ganó el Clásico Internacional Simón Bolívar”, contó Ayala. “Le dije a José Luis de Freitas (el propietario del animal) que me retiraba, que quería hacerlo por la puerta grande”, agregó. “Pero él, que es mi compadre, me dijo que yo no podía hacerle eso. Por eso seguí”, dijo. “A principios de este año, volví con la cantaleta; y compró más caballos para obligarme a quedarme”, sonrió. “Pero ahora se siente muy decepcionado; tan decepcionado que no quiere saber nada de hipismo, no quiere siquiera ir al hipódromo”, relató. “De hecho, ya estamos en proceso de negociación de los ejemplares que tengo en la cuadra”, explicó. “En cuanto a Comediante, que ya está mejor, está saliendo de su problema, el criador pidió que le dieran la primera opción de compra”, aseguró. “Él está bien (Comediante); yo creo que una vez recuperado lo llevan al haras hasta diciembre y de seguro podrá hacer su campaña de cinco años con normalidad”.
Como es del conocimiento público, el ejemplar Comediante estaba inscrito, y era el primer favorito, en el Clásico Internacional “Propietarios de La Rinconada”, de 2.000 metros, en el marco de la Gala Hípica de Caracas. Pero fue atacado por manos criminales a pocos días de la prueba.
“La verdad es un hecho muy confuso. Yo me doy cuenta que Comediante no estaba bien porque le hago exámenes de sangre diarios a los caballos que van a correr, para estar al tanto de sus condiciones”, contó. “Y fue cuando me di cuenta que algo no estaba bien, dejó de comer, le dio fiebre”, explicó. “Todo el mundo se pregunta cómo lo atacaron y para mi aún es un misterio, aunque tengo mis consideraciones, porque cuando Comediante salía a ejercitar lo hacía con mi capataz caminando detrás de él, iba hasta la pista con él y regresaba de la pista con él, así como el jinete traqueador que lo ejercitaba era el mismo de siempre”, recalcó. “No descarto complicidad interna, porque no hay nada forjado en la cuadra; quien entró no lo hizo por la puerta principal, yo presumo que entró por la puerta de atrás, ya eso lo determinarán las autoridades, porque yo tengo en la cuadra unos perros para que alerten sobre alguna presencia extraña, y ninguno alertó nada”, contó.
Ayala confirmó que el ejemplar está superando el problema. “Recuperó el apetito, pero decidiremos qué hacer con él cuando esté completamente recuperado”, explicó. “Yo no corrí a Comediante en todo el año porque la idea es que lo hiciera sólo en la Gala Hípica, en la Copa de Oro (se corre este domingo) y en el Clásico Internacional Simón Bolívar”, explicó. “Comediante es un ejemplar sano, ese corría sólo con agua y avena, sin medicamentos”, relató. “Mi esposa le lleva 35 manzanas y algunas zanahorias y cuando las ve se desespera, en segundos se come todo eso”, agregó. “Lo sucedido con él es un caso atípico”.
Que se vaya Ayala no es cualquier cosa para el hipismo nacional. Según las estadísticas de Jaime Casas y su empresa Hipicómputo2000, es el más ganador de carreras selectivas en Venezuela con 262, y en Clásicos de Grado tiene 149, como el único preparador en nuestro medio que tiene ganados más de 100 eventos de grado. Además, tiene 2.893 victorias de por vida y es el mayor ganador en La Rinconada con 2.848 triunfos, así como es el mayor ganador del Clásico Simón Bolívar con seis victorias y lideró en cuatro oportunidades la estadística de entrenadores de La Rinconada.
Aún cuando sabe que no se podrá separar de inmediato de la actividad, por cuanto tiene que salir de los ejemplares que tiene a su cuidado, ya es una decisión tomada. “Te puedo decir que el hipismo me lo dio todo y también me lo quitó todo”, expresó. “Lamentablemente nuestro hipismo es manejado por mafias incontrolables”, se quejó. “Yo tengo idea de qué fue lo que sucedió con Comediante, quién, cómo, pero eso es una tarea de las autoridades”.
El adiós
–¿Julio, qué pierde el hipismo nacional al retirarse un hombre tu?
–Pierde a un hombre decente, a un hombre honesto, un baluarte, un defensor de la decencia, yo no me presto a vagabunderías; ahora hay tantas cosas putrefactas dentro del hipismo que lo decepcionan a uno. En una oportunidad, un propietario me sugirió la posibilidad de parar a un caballo en un clásico, y yo le dije que si quería eso que hablara con otros, no conmigo. El caballo ganó y al siguiente día se llevó todos sus ejemplares, me dejó en la calle. Pero afortunadamente uno tiene amigos que me ayudaron a seguir adelante.
–¿Y crees que tu nombre perdurará en el tiempo dentro del hipismo nacional?
–Te aseguro que dentro de tres meses ya nadie se acordará de Julio Ayala.
Lo que le viene
Tras contar que el mejor caballo que ha tenido a su cuidado fue el recordado Negresco, ganador de la primera Copa de Oro ante Sweet Candy, en 1980 (tiene el video de la carrera guardado en su celular), Ayala se ve ante la disyuntiva de retomar su vida alejado del hipismo.
“Seguramente los visitaré de vez en cuando, seguiré haciendo mi vida”, explicó. “Desafortunadamente ya hay cosas que no puedo hacer con la gente que quiero. A mi me gustan las bolas criollas, de hecho jugaba todas las tardes con mi amigo Simón Díaz en el Club Los Cortijos; soy un buen jugador de dominó, me gusta compartir con mis amigos”, relató un hombre que en su juventud practicó la equitación y el beisbol. “Hoy en día no sé mucho sobre el beisbol, si acaso sé de Miguel Cabrera por el gran pelotero que es, pero no sigo mucho el beisbol de hoy”.
En todo caso, no se aburrirá, ya que tiene a la mano un verbo imparable, conocedor de mucho, opinador de todo, y de seguro siempre contará con audiencia garantizada en reuniones familiares, de amigos, de compañeros de trabajo.
La familia
Julio Henrique Ayala Coronil es un hombre conversador, de familia, se siente muy venezolano, un hombre que siente que tiene sólo lo que se ha ganado. “Afortunadamente ya no le hago falta a mis hijos”, dice. “Con mi trabajo les di educación y ahora ellos hacen su vida; y yo los visito regularmente”, explica.
En su casa tiene muy poco que le recuerde a los caballos, acaso un cuadro en la pared. “Lo único que tengo es este trofeo (lo muestra), que ganó mi padre, Alcides Ayala, el 5 de Julio de 1932, corriendo como ‘gentleman rider’ en el Hipódromo de El Paraíso”.
Tiene cinco hijos. Los morochos Manuel Henrique Ayala Azpúrua y Tomás Enrique Ayala Azpúrua son los mayores, ya andan en los 40 años, el primero médico en Baltimore y el segundo arquitecto en Florida. Le sigue Julio Enrique Ayala (“él se quitó la hache de su segundo nombre para diferenciarse de mi”), de 38 años, quien también es médico; Lilibeth de Monagas, de 35; y Rafael Henrique (“todos son Henrique, con hache”), de 23 años, éste último ingeniero en ciencias de computación.
Vive actualmente con su esposa María Teresa Bahamonde (“este es el Bahamonde correcto, no como lo escriben aquí”), la misma que le lleva el cargamento de manzanas a Comediante, y está pendiente de todas las cosas del entrenador, lo apoya en todo. De Marisabel Coronil de Ayala, su madre, recuerda que fue periodista, fundadora del diario El Nacional. “Cuando me casé por primera vez, mi madre estaba muy enferma, pero mis hermanos me negaron la información para no estropearme la luna de miel”, recuerda y se emociona.
“Pero estando en Santiago de Chile, me llamó un familiar, escondido de los demás, y me explicó la situación, como a dos días que mi madre ingresara a un quirófano”, agrega. “Me moví buscando pasajes y no encontré sino para el siguiente día, por lo que mi mujer me dice que, bueno, que saliéramos ese día, que así me distraía, y que al siguiente día tomáramos el avión a Caracas”, contó. “Entonces nos embarcamos con unos amigos en una visita a una localidad cercana.
En el camino, el conductor se detuvo frente a una iglesia y pasó a su interior”, recuerda. “Yo pregunté que por qué hacía eso, y me dijeron que siempre lo hacía, primero porque su tío era el párroco de allí y porque su padre siempre lo hacía, que cuando no lo hizo se mató unos metros más adelante”, explicó. “Yo me bajé del vehículo y pese a que no entro a las iglesias por respeto (es masón), me puse frente a la virgen y le dije que si era tan poderosa que me permitiera ver a mi madre viva por lo menos una última vez”, dijo.
“Regresamos en un viaje con escala a Caracas, tras sufrir algunos percances (el vehículo de regreso a Santiago se accidentó en la vía) y alcancé a llegar en el momento en que mi madre iba a ser ingresada al pabellón”, recordó muy emocionado. “Tras la operación, efectuada por un familiar médico que no trataba a los familiares por aquello de que no se le murieran en sus manos, se nos comunicó a los familiares que ya lo que estaba al alcance del hombre estaba hecho, que sólo había que esperar que Dios hiciera el resto”, explicó. “Lo dijo un hombre ateo, que es mucho decir; mi madre vivió 18 años más, y yo ya he visitado dos veces a la virgencita aquella para pagar mi promesa”.
LaVoz | Edward Sarmiento | esarmiento@diariolavoz.net