Cuando expresemos algo que nos está molestando, evitemos insultar al cónyuge; decir groserías aunque parece ser lo más común es lo menos apropiado porque son muestras de agresión verbal que debemos evitar a toda costa
“Superar cada conflicto que se nos presenta en la vida conyugal nos ayuda tanto a fortalecer la relación como a madurar en pareja, pero se hace un imperativo mantener el control para evitar que las reacciones causen un daño mayor”
Como se suscitan en todas las uniones sentimentales, las peleas conyugales son una parte importante de toda relación sentimental. De igual manera, por más que las evitemos, siempre aparecerán, porque cada uno tiene su propio repertorio de experiencias y ha aprendido a reaccionar de manera particular frente a cualquier situación que haya sufrido a lo largo de su vida.
A pesar de lo anterior, vivir peleando tampoco es positivo pero evitarlo no resulta lo adecuado cuando hay situaciones que necesitan resolverse. Por ello, es necesario saber qué lleva a pelear y cómo sacar provecho de cada discusión para que la relación salga fortalecida una vez que se soluciona el conflicto que motivó la pelea evitando, de ese modo, que ese vínculo se estanque en un conflicto que lo pueda llevar a su final.
1. Cuándo y por
qué peleamos
Pelear ocurre cuando no hemos aprendido a comunicarnos, a decir lo que nos molesta sin alternos. Es pertinente entender que no es necesario gritar para manifestar que una situación nos esté afectando más de la cuenta. Lo ideal es pedir la atención del otro, para expresar lo que nos aqueja y, luego, llegar a acuerdos para evitar que el asunto nos siga perturbando y molestando, pero, siempre, debemos tratar de decir lo que nos perturba evitando lastimar a la pareja.
Un ejemplo de lo que causa una pelea es que nuestra pareja esté resentida por algo que considere injusto o deshonroso; siendo así nos pide una explicación de aquello; expresa cómo se siente; luego, nos pide que no se repita; y, como existe afecto de por medio, no deseamos que él o ella se resienta nuevamente. Acto seguido, rectificamos, cambiamos la actitud que origina el disgusto en la relación, para dar cabida tanto a la confianza como al respeto que son tan necesarios como el mismo amor, y que nos ayudan a mantener ese sentimiento.
Por otra parte, hay que entender que las peleas no son negativas en sí mismas. Lo que sí lo pueden ser son nuestras reacciones; ya que, en un momento de ira, una agresión verbal, como el uso de un calificativo negativo, mejor conocido como insulto, puede marcar a la víctima de por vida causándole algún trauma psicológico y, por ende, haciendo un daño irreversible. Entonces, siempre será mejor evitar agredir que esforzarnos por reparar el daño que causamos.
Del mismo modo, las agresiones verbales van creando resentimientos que hacen que el amor se vea afectado hasta terminar desapareciendo. Además, en una discusión se debe evitar atacar al cónyuge con insultos o algún tipo de manipulación como llanto y amenazas. Lo que se debe atacar es el problema buscando la manera de resolverlo.
Luego, como individuos que somos, hemos acumulado diferentes vivencias y tenemos distintas expectativas de lo que será la relación sentimental. Tenemos también temores particulares y deseos personales, los que, después, serán compartidos cuando logremos un nivel de acoplamiento en la relación conyugal en que los sentimientos de seguridad se hayan fortalecido y las metas de uno sean también las del otro.
2. Llegar a acuerdos
es mejor que pelear
Seguidamente, cuando discutimos debemos tener presente que más relevante que el motivo que nos lleva a la discusión es el amor que nos devengamos, que estamos juntos porque un fuerte sentimiento nos une, así que frente a ese querer compartido todo lo demás luce irrelevante. Además, ayuda pensar que por más molestos que estemos lo que nos aqueja no es en sí la tormenta sino un vaso de agua que simula serlo. Eso nos ayudará a tranquilizarnos para decir en calma lo que nos aqueja.
Asimismo, más que pelear, la meta deber ser negociar, que consiste en cambiar algo que no agrada a uno de los dos por aquello que beneficia a ambos, siempre, en un clima de armonía en que el respeto se convierta en consigna una vez que aprendamos a comunicar lo que nos disgusta con palabras impidiendo que la ira o la rabia nos afecte enturbiando lo que decimos.
De igual forma, en un ambiente en que las peleas sean constantes puede hacer mermar los sentimientos más fuertes; por lo que el descontrol y la intolerancia serán los enemigos más difíciles de vencer en toda relación conyugal, en la que nunca faltarán las peleas conyugales, pero en las que, siempre, para bien de los dos, deberán haber acuerdos que beneficien a ambos cuando mantengamos la calma y pensemos bien lo que vamos a decir.
A lo anterior se le suma que la meta es solucionar el problema; no generarnos más situaciones conflictivas que nos causen frustración y depresión cuando creemos un clima en que las agresiones estén presentes. Muchas veces, decir las cosas con humor tiene un mejor efecto que conversarlas con una seriedad pasmosa. Y en una relación de dos, por más fuerte que suene, las terceras opiniones sobran; a menos que esos comentarios vengan de un profesional, en concreto, un terapista de parejas, o alguien que comente algo de manera muy impersonal, analizando la situación desde afuera.
Por último, superar cada conflicto que se nos presenta en la vida conyugal nos ayuda tanto a fortalecer la relación como a madurar en pareja, pero se hace un imperativo mantener el control para evitar que las reacciones causen un daño mayor que se vuelve difícil de reparar aunque nunca imposible cuando existe amor y el firme deseo de conservar la unión.
Algunos consejos
para no pelear son:
Cuando expresemos algo que nos está molestando, evitemos insultar al cónyuge; decir groserías aunque parece ser lo más común es lo menos apropiado porque son muestras de agresión verbal que debemos evitar a toda costa.
Comuniquemos cómo nos sentimos. Cuánto nos afecta algo. Luego, negociemos, acordemos; más que ganar uno de los bandos, al llegar a un acuerdo, los dos han terminan ganando bastante.
Por último, si existen varias molestias, no las hablemos todas a la vez, porque la reparación del daño será mayor. Cuando se solucione una de tantas cosas que nos molestan, es posible que el resto de desinflen cuando pierdan importancia
La Voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas
isabelrivero70@hotmail.com