Por más que evitas caer en un estado de permanente celosía, tu mente se nubla y terminas insultando u humillando a quien dices que amas incondicionalmente. Sí tanto la primera como la segunda opción te describen, sin lugar a dudas, eres un celoso a quien la ayuda profesional le daría la opción de una mejor calidad de vida
Son varios los motivos que se convierten en la causa de la separación de los miembros de una relación de pareja. Los celos representan uno de los más frecuentes ya que la vida al lado de quien demuestra un estado de celosía enfermiza se vuelve insoportable porque aunque tener celos no es malo, ya que, de ese modo, se preservan las relaciones conyugales cuando estos son injustificados, o no responden a una causa aparente, hacen que el amor merme y se termine en una separación marcada por la decisión impostergable de dar por concluido un vínculo sin muchos arrepentimientos de por medio ni tampoco ganas de reincidir debido al desgaste que generan los celos enfermizos.
I. Atracción recíproca
Rosa Virginia tenía veinticinco años. Era atractiva, dedicada a su trabajo, jovial y extrovertida. Conoció a José Alberto, cinco años mayor que ella, en una fiesta. Él era un joven también atractivo, de buena contextura y ojos llenos de vida, simpático pero algo inseguro. La inseguridad se convierte en un problema cuando los celos encuentran su vía de escape en ella.
Apenas se conocieron no faltó el diálogo fluido y las fuertes ganas de indagar sobre el otro, así que no dejaron de verse ni un día para, de esa manera, cada uno demostrar su interés en el otro como también dejar bien claro su atracción recíproca.
Al principio, como en toda relación que recién comienza, Rosa Virginia sólo tenía ojos para José Alberto, por ello toda su atención estaba dirigida a él. José le demostraba el mismo interés a ella, por ende, los dos estaban sumergidos en una nube rosa, en que la adrenalina invade sus cuerpos y sentidos, y todo lo demás pasa a un segundo plano.
A pesar de lo anterior, al tiempo, cuando la pasión ha cedido un poco, después con la mente más clara y puesta en su sitio, uno empezaría a ver en el otro aquello que no le parecería tan agradable como para vivir con eso siempre y hasta intolerable en el mismo momento en que se descubre.
II. Lo que no enamora del otro
Una tarde, Rosa Virginia recibe un mensaje de texto de Alberto José en el que él le decía escuetamente que había sido invitado a una reunión y le preguntaba sí ella quería acompañarlo. Ella, esa tarde del sábado, con ganas de salir, le acepta.
Rosa Virginia decide estrenar vestido para lucir irremediablemente hermosa. Combina su vestimenta con tacones altos que hacen más torneadas y estilizadas sus piernas. Arregla impecablemente su cabello que lo lleva hasta los hombros. Usa un maquillaje que pone al descubierto sus facciones, su boca sensual y sus ojos radiantes.
José Alberto, de igual manera, luce impecable, perfectamente combinado, perfumado, y enamorado. Se sorprende de ver tan hermosa a Rosa Virginia. Y ese día descubre José que otros hombres pensaban lo mismo que él, lo cual se resumía en que Rosa era una mujer que no pasaba desapercibida. Justo ahí, descontroladamente, sus celos comienzan a despertarse, sin que algún pensamiento racional los pudiera contener para permitirle devolverle la calma y confianza perdida.
Rosa Virginia, del mismo modo, se sorprende de verlo tan guapo como nunca antes, pero en vez de sentir celos se llena de orgullo, admiración y de amor.
Llegan a la reunión. Saludan y conversan entre amigos. Rosa Virginia despierta la atención de algunos caballeros que no la dejan de alardear mientras José Alberto comienza a molestarse y a exigirle que manifieste abiertamente que ella tiene novio y que, por ende, no le interesan los piropos de otros hombres, excepto los de él, su prometido.
Los ánimos de José Alberto estaban alborotados, pero lo que realmente lo sacó de quicio fue que Rosa Virginia aceptara bailar con uno de los conocidos que se encontraban ahí sin pareja. La tomó del brazo y le reclamó. Ella también se molestó, pues pensaba que él no podría reaccionar así. Entonces, una mezcla de sentimientos la invadía, rabia, angustia, temor y decepción.
Entonces, aquel encuentro festivo que prometía alegría para ambos se transformó en la peor experiencia para Rosa, pues esa reacción de José Alberto hizo que ella se cuestionara estar toda su vida al lado de quien manifestara celos por algo que no lo ameritaba. Y en esas reflexiones terminó aquella tarde mientras José Alberto sentía temor de perder a quien consideraba su pareja y compañera por unos celos que él era incapaz de controlar a pesar de que lo que más deseaba era mantener a su lado a Rosa Virginia.
III. Viviendo con un celoso
Lo que esa tarde Rosa Virginia vivió con José Alberto en aquella fiesta se repitió un par de veces. En cada una de las ocasiones que esa experiencia se hizo presente, ella pensó en dejarlo, pero, como lo amaba, decidió darle otra oportunidad, pensando quizá que era la última.
De ese modo, estaría hasta que un día, lejano o no muy lejano, dependiendo de cuánta paciencia albergaría en su pecho, lo dejaría, pues su vida al lado de él se había vuelto insoportable, pues esa relación conyugal estaba condenada al fracaso, dependiendo de un hilo que se haría más imperceptible en cada discusión que terminaría con la promesa de José Alberto de que eso no volvería a ocurrir y con la certeza de ella de que sí, aunque con el temor de que estallaría y tempestivamente desaparecería de su vida, sin que nada la hiciera cambiar de decisión ni de arrepentirse del paso dado.
¿Eres un celoso/a irremediable?
Cualquier cosa por insignificante que sea te lleva a un estado incontrolable de celos en que la razón es la principal ausente. Por ello, discutes con tu pareja hasta el cansancio sin que él o ella reconozca que tienes razón o prometa no volver a hacer aquello que despertó en ti tal desenfreno.
Por más que evitas caer en un estado de permanente celosía, tu mente se nubla y terminas insultando u humillando a quien dices que amas incondicionalmente. Sí tanto la primera como la segunda opción te describen, sin lugar a dudas, eres un celoso a quien la ayuda profesional le daría la opción de una mejor calidad de vida.
La voz de la mujer / Isabel Rivero De Armas