El alcalde de Roma, el jefe de policía y el vicario papal se negaron a conceder un funeral eclesiástico al ex capitán nazi Erich Priebke en la ciudad donde participó en una de las peores matanzas durante la ocupación alemana de Italia.
Persiste también la incógnita de dónde será enterrado, ya que ni Roma, ni su país adoptivo Argentina ni su ciudad natal en Alemania están dispuestos a recibir sus restos.
Priebke pasó casi 50 años prófugo antes de ser extraditado a Italia desde Argentina en 1995, con el fin de ser sometido a juicio por la matanza en las cuevas Ardeatinas en las afueras de Roma en 1944, en la que murieron 335 civiles. Falleció el viernes a los 100 años en el hogar en Roma de su abogado, Paolo Giachini, donde cumplía su sentencia de cadena perpetua bajo arresto domiciliario.
La arquidiócesis de Roma dijo que le indicó a Giachini que efectuara el funeral en su hogar «en estricta privacidad» y que el vicario papal para Roma, cardenal Agostino Vallini, había prohibido que se hiciera en cualquier templo de la capital italiana.
Giachini se negó e insistió en una misa privada. La arquidiócesis respondió recordándoles a todos los sacerdotes de la ciudad que debían acatar la decisión de Vallini.
Por separado, el jefe de policía y el prefecto municipal anunciaron que prohibirían «toda forma de celebración solemne o pública» en honor de Priebke por motivos de seguridad. El alcalde Ignazio Marino dijo que la ciudad no aceptaría ni un funeral eclesiástico ni un entierro.
La comunidad judía romana celebró los rechazos de la Iglesia y la ciudad, ya que estaba resentida de que Priebke viviera en la urbe, especialmente después que se le concedieron algunas libertades de su arresto domiciliario como poder acudir a la iglesia.
«Toda demostración de honor —civil o religiosa— sería una afrenta intolerable a la memoria de los caídos en la lucha por la libertad frente al nazismo y el fascismo», afirmó el titular de las comunidades judías italianas, Renzo Gattegna.
Ni siquiera Argentina, donde vivió en el centro turístico montañoso de Bariloche, aceptó recibir sus restos. El canciller Héctor Timerman dijo que no se permitirá su entrada en territorio argentino.
Durante su juicio, Priebke admitió haber matado a tiros a dos personas en la masacre en las cuevas de Ardeatina y haber capturado a las víctimas en represalia por un ataque de la resistencia en el que murieron 33 miembros de una unidad de la policía militar nazi. Insistió en que solamente había cumplido órdenes.
AP