Nicolás Maduro cumple seis meses al frente de Venezuela marcados por la deriva económica y los puentes rotos con la oposición, mientras el país se acerca a unas cruciales municipales en un ambiente que se despolitiza tras la turbulenta era de Hugo Chávez.
Exchofer en el metro de Caracas, Maduro suele aparecer en fotos al volante de un autobús para recordar que él es el guía elegido de la revolución bolivariana en la era post-Chávez, aunque analistas (y también opositores) coinciden en que su liderazgo está todavía en construcción y que su gestión ha sido errática.
«El gobierno luce sin un propósito claro, como no sea mantener vigente el legado de Chávez, pero uno no percibe propósitos ulteriores», explica a la AFP Teodoro Petkoff, exguerrillero comunista y candidato presidencial en dos ocasiones.
Maduro inició su mandato con críticas por su manejo de la enfermedad y la muerte de Chávez, y en estos meses las divergencias en el seno del chavismo no le han permitido concretar sus anuncios de flexibilización del control de cambio, base de todos los desequilibrios económicos, entre ellos la alta inflación y el desabastecimiento.
«El chavismo se encerró en una trampa, creó un mecanismo de poder económico que sabe disfuncional, pero del que sabe que no es fácil prescindir, porque el riesgo podría ser mayor», explica Petkoff.
«Las políticas económicas de Chávez tenían sentido durante su gobierno, pero ya estaban dando indicación de la necesidad de ser reformuladas. Maduro las ha mantenido sin tener una claridad en cuanto a la acción», explica por su lado el analista Nicmer Evans, que recuerda sin embargo que el gobierno todavía se «esté acoplando» y es «lógico que esté afinando» sus planteamientos.
De Chávez, Maduro heredó su mediática forma de gobernar y su actitud de combate permanente contra la oposición y contra Estados Unidos, el principal comprador del petróleo venezolano, al que empezó tendiendo la mano y terminó por acusar de planear acabar con él tras atacar a Siria.
Pero al mandatario venezolano se le reconoce su apertura en la relación con el sector privado y su activación de la lucha contra la violencia y la extendida corrupción -un tema tabú para Chávez-, que ya ha dado sus primeros frutos con la detención de decenas de funcionarios.
«De mantenerse esta situación (de falta de rumbo), puede ser que a medio plazo alrededor de Maduro se cree una situación de conflictividad, que el propio chavismo popular se empiece a plantear qué significación tiene ese liderazgo», agrega Petkoff.
Apertura versus guerra económica
Mientras la oposición y analistas hablan de la necesidad de devaluar de nuevo el bolívar (el anterior ajuste fue en febrero), desmantelar los controles de precios y de cambio o acabar con las expropiaciones de tierras, Maduro culpa de lo que define como «coyuntura económica especial» a la «guerra económica» desatada desde fuera del país y la «corrupción», contra la que ya ha empezado a actuar con algunas detenciones de funcionarios.
Para combatir ambos frentes, solicitó en la Asamblea Nacional una ley habilitante que le daría poderes especiales durante un año para gobernar por decreto, pero la oposición denuncia que los «superpoderes» esconden el propósito de una cacería de brujas en su contra.
El pedido de superpoderes «es una ofensiva estratégica que puede tener dos tableros: no sólo el de la oposición, sino también el de disuadir a sectores internos del chavismo para consolidar el liderazgo puertas adentro», explicó a la AFP el politólogo John Magdaleno.
La oposición se ha encerrado en una impugnación sin futuro de la legitimidad de Maduro, y ha perdido exposición mediática tras el cambio de manos de Globovisión.
Tras la muerte de Chávez, de la mano de su joven líder Henrique Capriles, la oposición perdió por estrechísimo margen de 1,49% la elección presidencial de abril y se niega a reconocer la legitimidad de Maduro.
«La oposición ha crecido más por los errores de Maduro que por sus propios aciertos, pues no tiene todavía un proyecto definido de país», opina Evans.
Una ocasión para medir fuerzas serán las próximas elecciones municipales del 8 de diciembre, vistas por muchos como un plebiscito de la gestión de Maduro, que en las encuestas aparece como principal responsable de la situación económica.
Si ganara, «Maduro estaría legitimado, fortalecido y aumentaría su control interno en el chavismo», escribió en el diario El Universal el presidente de Datanálisis, Luis Vicente León.
Pero tanto el chavismo como la oposición deberán contrarrestar la despolitización que está cobrando cada vez más espacio en la vida de los venezolanos, como muestra la poca convocatoria que han tenido los últimos mítines en un país que Chávez polarizó con infinitas marchas y contramarchas.
«El país sigue polarizado, porque todavía no hay una tercera opción que rompa la polarización entre los dos bandos (chavistas y opositores). Lo que sí que hay es despolitización. La gente prioriza el tema económico sobre lo político, otros optan por no pronunciarse o desmovilizarse», explica Evans.
«Hasta después de las municipales, no se verá qué nivel de organización tienen los descontentos con el gobierno y la oposición», concluyó.
AFP