Este régimen fracasó, basta estar medio informado para ver el crecimiento de la inconformidad y el desaliento, así como el cada vez más extendido convencimiento de estar padeciendo una estafa colosal que ha arruinado al país
Freddy Núñez
Un análisis objetivo, permite esperar resultados electorales favorables el 8 de diciembre.
Es verdad que años de estulticia, de promoción del odio, de violaciones a la constitución y leyes de la república, de un proceso de destrucción nacional adelantado con sevicia, son capaces de inocular pesimismo.
Una cotidianidad signada por el absoluto deterioro de la calidad de vida, por la imposición de la mediocridad, por el reinado de la delincuencia, la indolencia, la incapacidad y corrupción de los “gobernantes”, produce en muchos ciudadanos una sensación de impotencia.
Y no es menos cierto que quien no haya militado políticamente, puede ser víctima del derrotismo causado por los reveses que puedan producirse durante la confrontación entre el sector democrático de la sociedad y un gobierno con pretensiones dictatoriales. De esas actitudes se alimenta el régimen. Necesita una ciudadanía desmovilizada, pesimista, que piense, y esto es lo más grave, que no hay nada que hacer.
En política, sola la persistencia diaria en la lucha, la confrontación en todos los escenarios, y la justa valoración de los hechos que la acompañan, hacen posible la construcción de una opción exitosa. Cada día la realidad demuestra de manera contundente la magnitud de los disparates que constituyen el legado del “gigante destructor”, incapaz -al igual que sus herederos- de entender la historia y empeñado en reeditar la aberración comunista que solo dejó muerte y miseria en el mundo. Este régimen fracasó, basta estar medio informado para ver el crecimiento de la inconformidad y el desaliento, así como el cada vez más extendido convencimiento de estar padeciendo una estafa colosal que ha arruinado al país.
De manera que objetivamente sobran razones para ser optimistas, y el reto es que cada ciudadano, en vez de rumiar el latiguillo “aquí nadie hace nada”, o pensar en abstenerse como hicieron muchos en las elecciones para gobernadores, regalándoselas al gobierno, se asuma como factor clave en el trabajo por el triunfo de la opción democrática. La política es un asunto tan complejo que hasta el azar juega su papel.
El “gran destructor” ya no existe, y parte de su legado es un liderazgo aún más mediocre que no puede seguir encandilando con mentiras y ocultar el fracaso. Lo demás corre por cuenta nuestra.
No confundir la impugnación hecha por Capriles, con el “robo” del voto emitido (lo cual es simplemente imposible), y entender que si a pesar de las triquiñuelas puestas en práctica antes y el mismo día de las elecciones, salimos en masa a votar, esa diferencia de 1.5% que fue en definitiva la supuesta ventaja obtenida por Maduro, puede y debe ser revertida por una avalancha de votos imposible de escamotear.
En política los deseos no sustituyen la realidad. Cuando un pueblo se decide a cambiar, ni siquiera una dictadura como la de Pinochet lo puede vencer. Aquel que ha pensado abstenerse, o está pesimista, tiene tiempo para reflexionar. El 8 de diciembre podemos iniciar un camino que impida seis años más de esta tragedia. ¿Hay una propuesta más concreta y posible?