Esta degradación institucional, se muestra con particular crudeza en la Asamblea Nacional, órgano superior del Poder Legislativo
Octavio Lepage
Sin separación de poderes no hay democracia. Tampoco hay democracia sin Estado de Derecho. Con su desparpajo característico, el difunto se pasó estos principios ustedes saben por dónde, confiado en que su carisma neutralizaría reacciones adversas. Hoy la llave Maduro-Cabello, ha ido más lejos en el pisoteo de esos principios y como son anti carismáticos, la gente lo resiente y ha venido acumulando altas dosis de indignación.
Esta degradación institucional, se muestra con particular crudeza en la Asamblea Nacional, órgano superior del Poder Legislativo, con la misión constitucional de aprobar leyes, fiscalizar al gobierno y ser escenario privilegiado de la confrontación democrática. La AN no ha venido cumpliendo ninguna de esas funciones fundamentales, que le atribuye nuestra Carta Magna. Las leyes aprobadas, en su mayoría, son copia al carbón de las leyes vigentes en Cuba, que han contribuido a sumergir aquel país en la ruina y la miseria. Tiene el record parlamentario mundial de haber rechazado todas las investigaciones propuestas por la bancada de oposición, sobre casos escandalosos de corrupción y arbitrariedad. Solo dos ejemplos entre muchísimos. El capo Mackled hizo revelaciones sensacionales sobre el tráfico de drogas señalando con nombre propio, como cómplices, a encumbrados jerarcas civiles y militares. En el pintoresco viaje de Maduro a Pekín, suscribió compromisos ignorados por los venezolanos. Fue rechazada la solicitud de la bancada de oposición de un debate sobre esta situación de tanta importancia para el futuro nacional.
A esto se suma el estilo personal del presidente Diosdado Cabello. Siempre tiene el ceño fruncido, la cara amarrada, el talante inconfundible del buscapleitos de oficio. Seguramente habrá oportunidad de verificar si el león es tan fiero como se exhibe. Solo esboza una sonrisa cuando uno de los suyos insulta o agrede a un diputado de la oposición. Es más, no ha sido capaz de aplicar sanciones reglamentarias a aquellos parlamentarios del PSUV, que han agredido a diputados de oposición.
Al que le lanzó a distancia un pesado micrófono portátil que impactó en el rostro del diputado William Dávila, causándole lesiones de consideración; tampoco a la fornida diputada Asencio, que le fracturó la nariz a la diputada María Corina Machado. Al mismo tiempo, la fracción parlamentaria oficialista, que es mayoría por las trampas legales realizadas por el CNE, se viene utilizando para inhabilitar a diputados de oposición a base de expedientes amañados. Tal es el caso del diputado Mardo, y ahora de la diputada María Aranguren, para que su suplente cumpla el deshonroso papel de ser el diputado 99.