Luis Fuenmayor Toro
Una declaración de prensa reciente del Ministerio de Educación Superior, con el ministro Calzadilla y parte de su equipo, señalaba sobre el presupuesto universitario que “(..) para 2014 está dividido en 74,59% para el pago del personal, 11,79% para atención integral al estudiante y 13,62% para funcionamiento”. Fue la única información concreta e inteligible que se pudo extraer de la noticia, pues el resto eran unas cifras absolutas que no decían nada y unos porcentajes que, al no conocerse su base de cálculo eran inservibles para efectuar alguna demostración. El resto de la declaración se dedicó a las eternas promesas de este gobierno: van a crear un fondo de 30 millones para publicar un mil libros, sin saberse de qué; financiarán unos proyectos de investigación de los que ya han recibido más de 900 y, en resumen, van a convertir a las universidades en unas tacitas de oro.
Pobrecito el ministro, me dije, cuando leí la noticia, asumiendo su buena fe y deseos. Y quizás lo mismo pueda decir por lo menos en relación a algunos de sus más cercanos colaboradores. No creo que ellos quieran destruir la educación universitaria, entre otras razones porque es difícil ir más allá en el grave deterioro existente y porque no parecen malas personas, sólo que a veces lucen perdidos, muy mal aconsejados o muy mal asesorados. Pero es que la cita textual antes señalada nos dice, con su sola lectura, que el ministerio no entiende nada de lo que realmente está pasando. Cree que el problema es de unos comedores muy malos, unos autobuses viejos o la vivienda para los docentes, que entiendo que en Venezuela son un problema a resolver, pero están muy lejos de ser el problema central de las universidades.
La cita dice cómo se distribuye el presupuesto: las tres cuartas partes se va sueldos y salarios y el resto en bienestar estudiantil y poco más de 10 por ciento en funcionamiento. ¿Dónde están los gastos de inversión universitaria? Para su infraestructura (arquitectónica, urbanística, servicios, dotación de aulas, laboratorios, bibliotecas y para el crecimiento institucional). ¿Dónde están los recursos de la reposición de cargos por jubilaciones y pensiones? Las universidades se quedan sin profesores y deben cerrar cátedras y laboratorios. ¿Cuál es el monto destinado a la formación de la generación de relevo de docentes investigadores? Un investigador tarda en formarse unos 10 años y debe hacerlo en los mejores centros del país o del exterior. ¿Hay un programa para este crucial aspecto?
Mostrar gran satisfacción con estas deficiencias es un claro indicador que no se entiende lo que deben ser las universidades para el país.
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