Eddie A. Ramírez S.
En todos los países la época de grandes masas inscritas en partidos políticos es cosa del pasado. Venezuela no es la excepción, pero aquí se percibe además un rechazo o al menos una falta de simpatía por los partidos tradicionales ¿Cómo es posible que a pesar de la desastrosa gestión de gobierno los partidos de oposición tengan muy baja aceptación?
Nadie puede negar la contribución de AD y Copei a la estabilidad política del país, ni los avances logrados en los cuarenta años anteriores a la marabunta roja. El listado de logros es largo y no debe menospreciarse. Sin embargo, esa contribución se percibe insuficiente y desde luego no enrumbó al país hacia un desarrollo sustentable. Como es sabido, desde mediados de los años setenta los indicadores de desarrollo se deterioraron y creció gradualmente la corrupción.
¿El retroceso se debió al agotamiento del modelo económico de la sustitución de importaciones, al mantenimiento de los controles sobre la economía, a la incompetencia de los gobernantes, a la insuficiencia de los ingresos petroleros para atender a una población en aumento por razones naturales y por una gran inmigración desde países sudamericanos o a la pérdida de valores? Probablemente un poco de todo. El punto es que muchos predicaron que Venezuela es un país rico, y, lógicamente, los ciudadanos menos favorecidos dedujeron que esa riqueza no les llegaba porque los gobernantes se robaban los recursos. El plato estaba servido para que llegara un aventurero prometiendo freír cabezas y reivindicar a los pobres.
Inicialmente los bajos precios del petróleo, como consecuencia de la crisis asiática, le impidieron satisfacer las necesidades de los estratos menos favorecidos, por lo que su popularidad descendió de casi un 80% cuando inició su mandato a un 30% en el año 2002. Gradualmente, al recuperarse la economía mundial, el precio del petróleo aumentó. Como no fue suficiente, el régimen endeudó al país, dejó de invertir en infraestructura, abandonó el mantenimiento e imprimió dinero inorgánico, todo para otorgar dádivas sin resolver los problemas de fondo. Ahora se le trancó el serrucho.
Puede especularse que los partidos tradicionales no logran calar en la población porque insisten en predicar que «antes se vivía mejor» y los nuevos no logran crecer por estar sometidos a un ataque mediático masivo de desprestigio. ¿Qué pueden hacer? ¿Evitar la política de confrontación? ¿Reconocer errores y predicar que Venezuela no es un país rico y que es posible mejorar la calidad de vida pero que con el concurso de todos hay que aumentar la productividad y rescatar principios y valores? ¿Permitiría esta prédica crear esperanza y ganar votos? Lo desconozco, pero quizá es lo que los dirigentes deben evaluar, mientras que los ciudadanos de a pie debemos dejar de atacarlos constantemente, sin que ello signifique no opinar sobre sus actuaciones.
Como en botica: Ecarri peca de inmadurez al declarar que no conversaría con Ismael García, quien lo aventaja en las encuestas. El afiche nazi contra María Corina, Leopoldo y Capriles tiene un antecedente cuando los rojos expusieron a gerentes petroleros durante el paro cívico. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!