Con la prohibición de que cierren las tiendas «por inventario» o «por cualquier otra razón» y tras la incautación de varias tiendas de electrodomésticos en su soviético plan de fijar los precios de estos artículos por decreto, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se ha enzarzado en una guerra en toda línea contra los comerciantes que intentan defenderse cerrando sus establecimientos o intentando ajustar sus precios al mercado.
Ha movilizado a las milicias chavistas para vigilar que los dueños de las tiendas cumplen sus consignas. Y ha creado una fiscalía especial para perseguir lo que denomina «casos de usura y robo» llevados a cabo por los comerciantes que intentan evitar la ruina después de que el jefe del Estado impusiera una baja de precios en los electrodomésticos de hasta el 50 y el 60 por ciento.
Los propios venezolanos intuyen que estas medidas de Maduro pueden provocar después la desaparición lisa y llana de todos los artículos con precio fijado artificialmente. Y antes que quedarse sin nada, han ido corriendo a los comercios, en los que ha habido incluso algunos casos de saqueo.
Vísperas de elecciones
Esta tragicómica guerra contra el comercio venezolano ocurre en vísperas de las elecciones municipales del 8 de diciembre, y cuando el país se enfrenta a una desbocada inflación del 54%. Maduro acusa al comercio de provocar la inflación con lo que él denomina medidas de «usura». Y dispuesto a resolver la situación a su manera, anunció que las milicias chavistas serán las encargadas de velar por el orden y el control de la inflación. «¡Está activado el poder popular!», decretó.
Ludmila Vinogradoff /ABC de España