El taxista José Antonio Ramírez estaba trabajando el pasado viernes cuando oyó por la radio la orden del presidente Nicolás Maduro de que se ocupara el almacén de electrodomésticos Daka. «Que no quede nada en los anaqueles», dijo el mandatario.
Ramírez dejó a su cliente y se fue para la sucursal del almacén en el barrio de Boleíta, en Caracas, donde vio una fila de 30 personas que pretendían esperar al sábado para comprar un televisor o una nevera a la mitad o menos del precio.
Fue a su casa, recogió dinero y, cuando volvió a Daka, la fila era de 400 personas. Y tendría que pasar la noche ahí. Así que decidió seguir trabajando.
Después del anuncio de Maduro, en el que ordenó bajar los precios de los electrodomésticos que se estaban vendiendo -según dijo- a precios especulativos, cientos de venezolanos se volcaron a las tiendas a probar suerte.
Y el martes, después de que se han visto saqueos en algunas parte del país a almacenes que decidieron no abrir, las colas se mantienen. La gente no quiere perder la oportunidad de comprar una nevera a precio de pan.
Pero, ¿qué es lo que está pasando?
«Cuestión del bolsillo»
Tras 10 años de un rígido control de cambios en Venezuela, el dólar se cotiza en dos mercados diferentes: el oficial, en el que la gente compra dólares al gobierno por 6,5 bolívares, y el paralelo, donde por estos días la divisa es ocho veces más cara.
En un complejo proceso burocrático, las empresas como Daka compran los dólares al gobierno para poder importar la mercancía, que según Maduro venden en Venezuela a precios del mercado paralelo.
Y es por eso que, para el gobierno, era necesario regular el precio de los electrodomésticos así como regula el del pan, el aceite y el jabón, entre otros bienes básicos.
Algunos creen que vender a los precios del mercado paralelo es la única forma de que los negocios se mantengan viables en el complejo contexto económico venezolano.
Pero lo cierto es que, más allá de los debates macroeconómicos, la gente ahora está preocupada por una sola cosa: entrar a la tienda a ver si puede comprar algo. Lo que sea.
«Esto no es cuestión de chavistas u opositores, esto es cuestión del bolsillo», le dice a BBC Mundo el padre de una familia que hace cola el martes -desde el lunes- en Venelca, una tienda de Caracas, también en el barrio de Boleíta.
Controla la Guardia Nacional
Desde el viernes, la Guardia Nacional Bolivariana custodia los almacenes de electrodomésticos.
En Venelca el martes, por ejemplo, la calle al frente del almacén está cerrada y en un carro de la Guardia se para un comandante, con un parlante y un micrófono, a anunciar el nombre y el número de cédula de las personas que, finalmente, pueden entrar a comprar.
La lista de 2.000 personas que anuncian el martes tiene los nombres de quienes se anotaron el lunes. Cada uno, en el brazo, lleva anotado el número de su turno.
Pero aun con el turno, algunos pasaron la noche ahí en la calle para vigilar que «ni la Guardia ni los funcionarios del almacén saquen los electrodomésticos».
Norma, una de las personas que espera, le dice a BBC Mundo que está enojada, porque la Guardia «asigna los turnos según le place».
En Caracas hacen 30 grados centígrados y la fila es acompañada por el gran número de curiosos y vendedores ambulantes que ofrecen refrescos, empanadas y café.
A las 11 de la mañana sale la primera compradora de la tienda en medio de aplausos y gritos de celebración de las cerca de 200 personas que hacen fila. La mujer y su esposo compraron una nevera, un microondas y un televisor.
¿De cuántas pulgadas es? La gente especula. ¿Cuánto pagó? La gente hace cuentas. Gran parte de las conversaciones tienen que ver con el precio: que si le «rebajaron» el 50%, el 70% o «solamente» el 30%.
«Al principio se conseguían televisiones de 32 pulgadas a 2.000 bolívares que antes estaban en 20.000», dice Ramírez. «Pero para conseguir algo así hay que hacer mucho boleo, anotarse en varias listas y estresarse la vida», reniega.
No obstante, el taxista finalmente decidió hacer una cola el domingo en el almacén Mundo Samira, también en Boleíta.
Llevó 20.000 bolívares para comprar un televisor, un aire acondicionado y una «morocha», como se le conoce a la lavadora. Llegó a las 9pm, salió 19 horas después y solo pudo comprar una cafetera y unos juguetes.
Pasó la noche al lado de un bebé de dos meses y de una mujer embarazada, asegura. «Cayeron tres palos de agua y me gasté 500 bolívares en los percances de la cola».
Además, asegura, «la misma cola que hice para entrar, la hice para salir».
Ramírez, sin embargo, no pierde la fe, porque conoce a un teniente de la Guardia que le puede ayudar a conseguir un buen puesto en la cola del Daka, que vuelve a abrir el martes a las 12pm.
«Me compro un televisor a mí y le compro uno a él», dice. «Y así salimos todos contentos».
BBC Mundo