Luis Fuenmayor Toro
No voy a considerar en este corto escrito los problemas ordinarios de siempre de la educación venezolana, respecto al insuficiente número de planteles y el deterioro de sus edificaciones e instalaciones, que generan exclusión estudiantil. Tampoco me referiré a las situaciones de violencia escolar, el tráfico de drogas ni el bandolerismo contra escuelas y liceos. Mucho menos me voy a detener en la falta de idoneidad de los contenidos programáticos, la escasa preparación de maestros y profesores, los sueldos de hambre de los docentes, la descarada ideologización que se impulsa, los problemas de inasistencia estudiantil y la baja calidad de los textos, a veces panfletos, existentes.
Ni siquiera me volverá a quejar ante el inaudito regreso del analfabetismo, según los datos del Censo de 2011 (tasa 5,23/1000 habitantes de 15 años en adelante), hecho sobre el cual el ministerio de educación no ha dicho absolutamente nada. Quiero llamar la atención del déficit existente de más de 17 mil docentes en física, matemática y química, gravísimo problema para la formación básica y universitaria de nuestros jóvenes, sin contar con las necesidades insatisfechas de profesores que nos enseñen el lenguaje materno, que afecta importantemente las capacidades de lectura y escritura de los venezolanos del futuro. La situación sería para declarar una emergencia nacional, pues estas carencias entorpecen ostensiblemente el desarrollo del país.
Un docente de estas disciplinas no se forma en pocos meses. Se requerirían unos cuatro años si los aspirantes vinieran bien preparados en estos campos; necesitaría además de un número suficiente de profesores de mayor nivel para formarlos, lo que complica mucho más la situación. Habría que preparar concomitantemente los profesores de los docentes que ejercerán en la educación secundaria. En lugar de sólo ocuparse de la fantaseada guerra económica y de seguir con la demagogia electoral, el Gobierno debería enfrentar el grave problema de la educación en física, matemática y química. En estos años, nada se ha hecho sobre el asunto. Se permitió que se incrementara un déficit ya existente en el pasado, para alcanzar las actuales dimensiones. Nada más con este hecho se tiene suficiente autoridad para calificar a una gestión educativa de fracasada. Imagínense si además tomamos en consideración todo lo que se dejó de lado en este escrito.