¿Cómo explicarles a nuestros hijos que la mentira, el tráfico de influencias, la deslealtad solo conduce al abismo, a la destrucción de la sociedad, al caos?
Noel Álvarez *
@alvareznv
Es una constante escuchar que vivimos una crisis de valores en el país y realmente es así, para muchos la honestidad, el respeto hacia los demás dejó de ser parte de su vida. Permanentemente observamos como los antivalores en vez de ser condenados, son promovidos.
Esto no sucede solo en Venezuela, es una constante en muchas sociedades en el mundo. Uno de los valores indispensables en la vida es la honestidad, pero para una parte de la sociedad, el hecho de serlo es motivo de burla. Incluso se califica de tonto al que no se aprovecha de situaciones, al que no recurre al amiguismo, al poder, al tráfico de influencias para lograr sus objetivos.
¿Cómo contrarrestar los antivalores? ¿Cómo explicarles a nuestros hijos que la mentira, el tráfico de influencias, la deslealtad solo conduce al abismo, a la destrucción de la sociedad, al caos? Es necesario, no solo continuar preservándolo, sino que además tenemos el compromiso de transmitirles que hay que conducirse con rectitud, respetar las leyes, las normas, las opiniones, las diferencias, los cultos, las religiones, aun cuando en un momento dado podamos sentir que los que cultivamos y practicamos esos valores somos apabullados por los que los transgreden. Por supuesto que la mayor exigencia es predicar con el ejemplo. No podemos pretender inculcarlos si nosotros mismos no los ponemos en práctica.
Voy a compartir con ustedes un ejemplo de honestidad, que espero sirva para reflexionar y compartir con todos los que están preocupados por la pérdida de valores. Un padre de familia muy humilde, que vivía en un pueblito lejano, se encontró una cartera que contenía una considerable suma de dinero. En vez de alegrarse, se preocupó por la persona que había sufrido la pérdida. Sabía que si preguntaba directamente si a alguien se le había extraviado su billetera, más de un vivo diría que era suya y así, en vez de ayudar al que la perdió, su esfuerzo se vería frustrado y aprovechado por una persona deshonesta. Llegó a su casa y le comentó a su esposa lo sucedido. Ambos acordaron seguir esforzándose por conseguir al dueño de la billetera. Mientras esto sucedía, sus hijos apenas contaban con unas alpargatas, una ropita que lavaban y secaban una y otra vez. En ese hogar, a veces no había para comer y cuando había, compartían pequeñas raciones de arepas y granos para saciar el hambre.
Nunca apareció el dueño de la cartera, por lo que transcurrido un año después del hallazgo, los esposos decidieron utilizar el dinero conseguido fortuitamente para comprar a sus hijos comida, ropa y calzado de bajo costo para que alcanzara un buen tiempo y de esa forma paliar tanta necesidad. A sus hijos les dijeron que era un regalo de Dios.
*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente