Se critica el consumismo capitalista y paradójicamente se lo estimula a niveles de locura con acciones de este tipo, como se ha visto con las inmensas filas de gente as las puertas de todos los comercios expendedores de electrodomésticos
Luis Fuenmayor Toro
Nadie puede oponerse a que el Gobierno, cualquiera que sea, actúe contra los especuladores. Es entendible y bienvenido por la colectividad que les obliguen a ajustar los precios, que les impongan las multas del caso, les decomisen las mercancías, les cierren los negocios por un lapso determinado o que, incluso, de persistir en su conducta se les quite la licencia para ejercer la actividad comercial. Si los comerciantes cometieron además ilícitos penales, pues que se abran las investigaciones, se les dé el derecho de defensa y en juicios justos, no amañados con decisiones previas del ejecutivo o de los órganos superiores de justicia, sin presiones de ningún tipo sobre los jueces, se determine la culpabilidad y la sanción penal correspondiente. Todo esto es totalmente lógico y necesario en cualquier república.
Lo que no es lógico ni puede ser aceptado es que se llame a la gente a hacer justicia por su propia mano. Instigar a “vaciar los anaqueles” como forma de justicia popular es inaceptable, pues no sólo declara culpables sin juicio previo ni derecho a defenderse a los inicialmente señalados, sino que margina a las instituciones del Estado responsables de la aplicación de las leyes y convoca a actuar en función de la venganza, de la retaliación y no de la justicia. Si cada quien va a hacerse justicia por sí mismo, imaginemos el caos social al que seremos conducidos. El Estado tiene el monopolio irrenunciable de la coerción y de la violencia, reguladas estrictamente, no las puede dejar en manos de los particulares, organizados o no.
El llamado reciente del Presidente es un gravísimo error, pues él está para garantizar e impulsar lo que debe ser una conducta ciudadana justa, legal, sosegada e inteligente. No para desatar los odios y los enfrentamientos viscerales, sin ningún tipo de conciencia, simple estímulo de las acciones humanas más primitivas y, todo ello además, por bastardas motivaciones electorales. Quienes asaltaron los establecimientos ni son pueblo, ni las mercancías robadas artículos acaparados de primera necesidad. Se critica el consumismo capitalista y paradójicamente se lo estimula a niveles de locura con acciones de este tipo, como se ha visto con las inmensas filas de gente as las puertas de todos los comercios expendedores de electrodomésticos.
Por último, la participación en los saqueos de funcionarios policiales y militares, ampliamente reseñada por ese ejército de particulares con potentes cámaras de video en sus teléfonos, es completamente siniestra y demuestra el desamparo en que estamos y la descomposición existente.
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