Hay muchas maneras de evaluar los resultados de las elecciones municipales en Venezuela, pero la más importante es la sumatoria de votos nacionales obtenida por los bandos enfrentados desde hace 15 años. Poco le vale a la opositora Mesa de la Unidad (MUD), la alianza de partidos contrarios al chavismo, ufanarse de controlar las alcaldías más importantes del país si la brecha que lo separaba del Partido Socialista Unido de Venezuela aumentó de 1,49% en las elecciones presidenciales de abril a 3,2% con el 97,52% de los votos escrutados. Si se suma a esa cuenta la contribución de los aliados la brecha se ensancharía a 6,52%.
El plebiscito planteado por la oposición terminó ratificando a Maduro. La reacción de su líder, Henrique Capriles, es quizá la prueba de la aceptación de la derrota. La noche del domingo prefirió no interpretar los números para reivindicar un avance que no es tal. Más comedido el gobernador del estado Miranda se centró en otra realidad que también gritan los números: ninguno de los bandos puede reivindicarse como triunfador cuando las diferencias en muchas ocasiones ni siquiera llegan a dos dígitos.
Con su discurso Capriles se ha colocado por encima de las pasiones de sus seguidores, que en medio del evidente retroceso en el voto nacional suelen apelar al ventajismo en la campaña y a la evidente parcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) para explicar los resultados.
El gobierno es quien administra el situado constitucional, que proviene principalmente de la renta petrolera, y suele ser especialmente vengativo con aquellas regiones y municipios contrarios. No envía los recursos a tiempo o establece gobiernos paralelos. Valgan dos ejemplos. En 2008 Hugo Chávez decidió restarle poder y presupuesto a la alcaldía metropolitana de Caracas nombrando una jefa de gobierno del Distrito Capital, un autoridad no escogida de manera democrática en elecciones. Su discípulo Nicolás Maduro ha seguido el ejemplo para poder penetrar el electorado fiel a Capriles.
Después de su precaria victoria de abril nombró al canciller Elías Jaúa como “protector del estado Miranda”, que gobierna al líder opositor, y presidente de Corpomiranda, una instancia con presupuesto asignado por el gobierno central que construye obras que luego reivindica el oficialismo.
Parte del buen resultado obtenido por el Gobierno obedece a la simpatía con la que se apreció la confiscación y remate de mercancías
Una vez conocidos los resultados de las municipales queda la sensación de que la oposición equivocó la estrategia al desactivar la protesta popular en abril. Tres días después de los estrechos resultados, Capriles, que estaba convencido de que había sido el ganador de la contienda presidencial, decidió suspender una caminata hacia la sede de la autoridad electoral para entregar las pruebas que soportaban sus fundadas presunciones. Ordenó entonces a sus seguidores que se quedaran en casa haciendo sonar las ollas mientras que un grupo reducido se encargaba del formalismo del reclamo.
Había entonces un gran temor al costo político de asumir el poder por medio de una vía distinta a la establecida en la Constitución venezolana. Entre el lunes 15 y el martes 16 habían fallecido 9 personas y otras 78 estaban heridas. Profundizar aquello tal vez se hubiera convertido en el baño de sangre que traicionaba la vocación pacífica del líder opositor.
Dirigentes opositores como Leopoldo López o María Corina Machado mostraron entonces y ahora su desacuerdo con esa estrategia. Ambos señalaron la conveniencia de acompañar el reclamo institucional con la presión en la calle, sin que eso significara un atajo golpista. Se sabía de antemano que la impugnación de los resultados presidenciales no prosperaría.
El Gobierno mantiene en un puño a los demás poderes públicos y nadie procede sin el visto bueno de Miraflores. Capriles confiaba entonces que el desastre económico legado por diez años de controles pudiera revertírsele al Gobierno. Las encuestas mostraron entonces un leve descenso en la popularidad de Maduro. Pero cuando el 8 de noviembre el jefe del Estado decidió iniciar un plan para regular todos los bienes y servicios empezó a ser mejor evaluado por el electorado. Parte del resultado obtenido por el Gobierno en las municipales obedece a la simpatía con la que se apreció la confiscación y remate de mercancías que ocurre en Venezuela desde hace un mes.
Los economistas aseguran que las medidas económicas pueden tener éxito en el corto plazo, pero que a la larga la inflación volverá a rebrotar como la mala hierba. Tal vez entonces llegue la oportunidad de Capriles de retomar con fuerza la opción de solicitar un referéndum revocatorio de su mandato en 2016. Hoy ese plan no luce factible porque es evidente que Maduro atraviesa su mejor momento desde que asumió la vacante dejada por su padre político. A pesar de su precaria oratoria, se desenvuelve mucho mejor y se permite conjeturas sobre su destino como Presidente. Desde hace unas semanas, cada vez que se dirige a su público, siempre deja una idea en el aire: “Yo estaré aquí al menos hasta 2019”.