El CNE anunció 49.24% de los votos para el régimen y 42.72% para la oposición tras las elecciones del 8D. El restante 8.04% quedó desestimado como si se tratara de alienígenas ajenos a las posturas en controversia
Ramón Peña
No sabemos si la señora que dirige el organismo comicial y el teniente que acuartela la Asamblea Nacional estén familiarizados con la literatura del barroco español. Podría ser, o tal vez es un instinto natural, que alimentado por la picardía y el embuste, remeda con lujo la picaresca y evoca aquella pieza teatral de Lope de Vega, Las cuentas del gran capitán, en la que un comandante del ejército de Fernando de Aragón, luego de hacer fiesta de los fondos del reinado en una campaña, envuelve los números de sus gastos con brillante ingenio e ironía.
Tales dotes afloraron en la puesta en escena para acomodar a conveniencia los números de las municipales. Primero, una bufonesca cadena del teniente ofreciendo un preámbulo del “rotundo triunfo” (conocido ya que no era tal), que pronto anunciaría la presidente del CNE, y luego, ésta presentando ingeniosamente los resultados. Para disimular que la oposición había controlado las principales urbes del eje centro occidental, conquistado la emblemática Barinas, prevalecido en la capital y, que con los resultados en 75% de las alcaldías, ya la oposición igualaba su número anterior, nuestra gran capitana echó mano de los totales nacionales, no obstante que hace una semana el CNE advertía que no presentaría las cifras globales.
En suma, anunció 49.24% de los votos para el régimen y 42.72% para la oposición. El restante 8.04% quedó desestimado como si se tratara de alienígenas ajenos a las posturas en controversia. Pero bien sabe la señora que el régimen ha reiterado ad nausean que el que no esté con ellos está en contra, de modo que si sumaba, su lectura correcta habría sido: oposición 50.76% y régimen 49.24%.
Sin dejarse intimidar por plasmas, saqueos, amenazas, chantaje y toda suerte de bribonerías la mitad de todos dijo de nuevo ¡No quiero este proyecto!