El cierre de campaña de Henrique Capriles en Caracas sorprendió a más de uno. Tan sorpresiva fue como el niño de esta gráfica, que a pesar de su discapacidad tuvo la suficiente voluntad para dejarnos un mensaje de esperanza, en el sentido, que no hay límites ni nada imposible.
Nuestras abuelas solían decir que de esperanza también se vive. Con esa madurez que se adquiere demasiado pronto cuando uno se enfrenta a la adversidad, este jovencito caminó el pasado domingo desde Chacao hasta la avenida Bolívar en compañía de su padre para recordarnos que “hay un camino”.
Tal y como sostiene el Padre Silvio José Báez, o.c.d., doctor en Teología Bíblica y Vicepresidente de la Pontificia Facultad Teológica Teresianum de Roma, “hay que distinguir entre esperanzas, en plural, y esperanza, en singular. Las esperanzas son circunstanciales y expresan la tendencia humana a conseguir una situación deseada, pero que podrían no realizarse y transformarse en desilusión. Estas esperanzas, aun cuando se realizasen, no colmarían totalmente los anhelos del hombre, que volvería a programar nuevos proyectos y a aspirar nuevas cosas.”
En cambio, la esperanza absoluta indica la tendencia a conseguir no esto o lo otro, sino el bien total, la plena realización del propio ser. A esta esperanza se refiere San Pablo cuando escribe: “la esperanza no defrauda, porque al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones” (Romanos 5,5).
Esta esperanza no defrauda porque no se basa en la debilidad humana ni en la incertidumbre de los acontecimientos, sino que está garantizada por la acción de Dios. Por eso no puede fallar. Colma plenamente los anhelos del corazón humano y es tan segura como Dios mismo. Este pequeño caminante, nos recuerda, de cara al 7 de octubre, que sí hay camino.
La grafica fue tomada por otro pequeño, de apenas once años, que también estaba en la marcha.
Wilmer Suárez M.
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