Un Mandela sonriente y con los brazos abiertos en señal de conciliación, de 4,5 toneladas de bronce y nueve metros de altura, se presentó como la escultura más grande del mundo dedicada al icono de la lucha contra el apartheid.
El presidente sudafricano, Jacob Zuma, encargado de presentarla frente a Union Buildings, explicó que la postura de Mandela «denota que Sudáfrica ahora es un país democrático, abraza a toda la nación, y nos invita a unirnos», a diferencia de otras representaciones que suelen mostrarlo con el puño en alto.
La ceremonia de presentación de la escultura, firmada por los sudafricanos Andre Prinsloo y Ruhan Janse van Vuuren, estaba prevista desde hacía tiempo para el 16 de diciembre, cuando Sudáfrica celebra desde la caída del régimen racista del apartheid, en 1994, el «Día de la Reconciliación».
Pero, casualidades del destino, coincidió con el día siguiente del entierro de Mandela en la localidad de Qunu, donde pasó su infancia, y tras una semana de ceremonias oficiales en su honor por toda Sudáfrica.
Las portadas de la prensa estaban totalmente dedicadas a la sepultura del primer presidente negro del país: «Adiós a un rey. Descanse en paz», «Por fin en su hogar», o «El último viaje» eran algunos de los titulares dedicados a la despedida de Mandela.
Esta inauguración «marca el inicio de un nuevo periodo, dedicado a dar vida a la herencia de Madiba», dijo Mac Maharaj, portavoz de la presidencia.
«Comulgar con la población»
Los combates que Mandela libró durante su vida fueron múltiples, desde la lucha por la libertad, la igualdad y la paz, hasta el perdón y contra las injusticias sociales y económicas.
Pero 20 años después de la llegada de la democracia multirracial, sigue habiendo desigualdad y pobreza, lo que alimenta la incomprensión entre los negros -mucho más pobres a pesar de la emergencia de una clase media y opulenta-, y los blancos -que siguen poseyendo el poder económico.
Durante el funeral del domingo, el presidente Zuma prometió continuar con los esfuerzos para que «Sudáfrica siga creciendo».
En la inauguración de este lunes estaban presentes cientos de mandatarios y anónimos, negros y blancos, como Erna Laubscher, una afrikaner descendiente de colonos blancos que acudió con su hermana para «comulgar con el resto de la población y festejar la libertad con ellos».
También había representantes de la familia de Barry Hertzog, fundador del partido que instauró el apartheid y cuya estatua fue sustituida por la de Mandela, fallecido el 5 de diciembre a los 95 años.
Los recién casados Sizakele y Thebiso Dlamini acudieron para ser testigos de un momento histórico: «Queremos poder decir a nuestros hijos que estábamos en la presentación de la estatua», contó la joven esposa, que explicó que también era una manera de compensar que, tras largas horas de espera, no había podido entrar en la capilla ardiente de Mandela la semana pasada, que visitaron 100.000 personas.
AFP