La inédita reunión entre el presidente Nicolás Maduro y los alcaldes y gobernadores opositores marcó un primer paso de diálogo de su gobierno, iniciado en abril, en un país polarizado políticamente desde hace más de una década.
«Fue una catarsis necesaria para este país acostumbrado a la división y al enfrentamiento, y una cachetada (bofetada) a los sectores radicales del chavismo y la oposición que no creen en el diálogo. Pero es sólo un abrebocas (aperitivo), hay que ver si se concreta», dijo a la AFP el politólogo Carlos Romero, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Reconfortado por su reciente triunfo en las municipales, pero todavía con el recuerdo de su ajustada victoria en las presidenciales de abril, Maduro mantuvo la noche del miércoles por primera vez una reunión de cinco horas con alcaldes y gobernadores opositores, en la que ambas partes olvidaron insultos y reproches y se volcaron en un ánimo conciliador, de paz y respeto.
El escenario fue el Palacio de Miraflores, que muchos de los asistentes no pisaban desde 1999, cuando el fallecido Hugo Chávez, un ex teniente coronel que siete años antes capitaneó un fallido golpe de estado, llegó a la presidencia con su socialismo bolivariano y polarizó al país en dos mitades irreconciliables.
Y entre los asistentes estaban figuras opositoras denostadas por el propio Maduro, como el alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, a quien llama «el vampiro», o Miguel Cocchiola, alcalde de Valencia, la tercera ciudad del país, a quien semanas atrás había acusado de usura y de fugarse del país.
«Fue una reunión saludable, pero el diálogo tiene que ser una realidad que ambos sientan si quieren avanzar en los temas planteados, como el de los gobiernos paralelos chavistas en entidades opositoras o los presos políticos», explica por su parte el politólogo Omar Noria, profesor de la Universidad Simón Bolívar.
El gesto no es nuevo en los 14 años de chavismo. El mismo Chávez tuvo contactos al menos tres veces con la oposicion: al llegar a la presidencia, después del golpe de Estado en su contra en 2002 -urdido entre parte de la oposición, del empresariado y del sector militar- y tras derrotar en las urnas a Manuel Rosales en 2006. Pero todos terminaron frustrados.
«La experiencia es que estas reuniones siempre son un amago de apertura que no se consolida en el tiempo. La diferencia ahora es que Maduro, ex canciller, es más práctico que Chávez. Sabe que tiene a la mitad del país en contra y que se enfrenta a una gran crisis económica, de seguridad, y tiene que tender puentes», agrega Noria.
¿Quién ganó?
Los analistas consultados por AFP coinciden en que tanto Maduro como la oposición salen reforzados de la reunión, en la cual fue notable la ausencia del líder opositor Henrique Capriles, quien nunca reconoció su derrota frente a Maduro en las presidenciales de abril por 1,5% de los sufragios.
Según Noria, la presencia de la oposición aglutinada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que se está reformulando tras cuatro derrotas consecutivas bajo el liderzgo de Capriles, es un gesto elocuente de cara a la opinión pública.
«Capriles hizo bien al no ir, se mantuvo en una posición de equidistancia. Viene de recorrer el mundo y de denunciar que Maduro es ilegítimo y que él gano las elecciones. La gente no hubiera entendido que hubiera estado ahí, subordinado a Maduro», explicó.
«El reconocimiento que Maduro hace de los alcaldes opositores elegidos se le endosa en su propia legitimación electoral. Un movimiento inteligente», escribió en twitter el analista Luis Vicente León, que agrega que «la decisión opositora de asistir al evento es la correcta» y que «no asistir es peor».
Para Romero, el acercamiento a la oposición le permite al presidente «compartir los costos» de las impopulares medidas económicas que podrían estar en camino, como una nueva devaluación del bolívar, que dispararía la ya elevada inflación y escasez de productos, el alza del precio de la gasolina, que aliviaría el pesado déficit fiscal (ya superior al 15% del PIB) y las apretadas cuentas de la petrolera estatal PDVSA, o el recorte de las importaciones.
«Hay un cuadro internacional proclive a la paz y al diálogo, como con Irán, Siria (…) Entonces, un gobierno que se niegue a conversar y a reconocer al otro y una oposición que se niegue también a reconocer a Maduro quedaría como ‘off’ (fuera)», agrega.