Cuando se emitió el primer permiso en el departamento de Impuestos y Licencias de la ciudad hubo aplausos y las cámaras de dispararon. Se entregaron ocho licencias para tiendas al por menor, 30 para productores de marihuana y cuatro para quienes fabrican productos elaborados con cannabis como galletas.
Uno de los empresarios record en son de broma que en 1971 fue arrestado porque llevaba un cigarrillo de marihuana en un concierto de Black Sabbath. Otros se abrazaron y compartieron historias acerca de la ruta a la legalización del producto.
«Creo que ya era tiempo de que los adultos pudieran embeberse en la marihuana», dijo Donald Andrew, propietario de una de las ocho tiendas, el centro de bienestar LoDo, situado en el centro Denver.
Los vendedores autorizados pasaron por un proceso estatal y local antes de recibir las autorizaciones, que incluía audiencias en las que se consultaba a los vecinos sobre las ubicaciones de las tiendas. También debieron aprobar más de una decena de inspecciones de bomberos y construcción.
AP