Sólo los sectores más obtusos de la oposición venezolana, incluidos algunos de sus intelectuales orgánicos, se atreven a sostener públicamente que los resultados surgidos de las elecciones del 8 de Diciembre no les son francamente adversos, aún cuando internamente asumen que fueron derrotados por toda la línea. Y, efectivamente, así sucedió. Bastaría con ponderar las expectativas que manejaban quienes aún tienen la conducción nominal de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para discernir el alcance de la derrota que se le ha propinado a la derecha venezolana.
Plan global imperial
A pesar de que ahora pretendan desconocerlo, lo cierto es, que los más conspicuos dirigentes de la derecha, desde el momento mismo en que se estaba saliendo de los avatares de las elecciones presidenciales de abril pasado cuyos resultados alevosamente desconocieron, comenzaron a desarrollar un plan, envalentonados como estaban por los resultados estrechos, que apuntaba a convertir el evento eleccionario porvenir, de alcaldes y concejales, en una oportunidad para propiciar la salida forzosa de Nicolás Maduro de la Presidencia de la República.
Para tal efecto, Capriles, López, la Machado, Borges, Arria, Álvarez Paz, el renegado Medina y quienes le sirven de comparsa, a lo largo y ancho del país, en especial, los sesudos analistas que hilvanan sus desvaríos a través de la mediática privada al servicio de la burguesía y del imperio (El Nacional, El Universal, Tal Cual, La Razón, El Nuevo País, 2001, El Mundo, Reporte Globovisión, Televen, Unión Radio, FM Center, etc.,) fueron, progresivamente, señalando el carácter plebiscitario que debían tener las elecciones municipales. Enmarcado dicho enfoque dentro del plan global diseñado por los círculos imperiales, en el que la guerra económica destinada a hacer “chillar” la economía (saboteo a la producción y distribución de bienes básicos, acaparamiento y escasez de productos, aumento desmedido de los precios, crecimiento de un voraz mercado paralelo de divisas, inducción inflacionaria, contrabando de extracción, etc.), juega un papel fundamental; como ha sucedido en otras experiencias revolucionarias, sometidos al mismo manual imperial desestabilizador.
Y junto con ello, alentando el desprestigio de instituciones fundamentales del Estado venezolano (CNE, Ministerio Público, FANB, Banco Central, PDVSA, etc.,), socavando la majestad presidencial, saboteando el Sistema Eléctrico Nacional y demás servicios públicos, fomentando protestas de calle sin ton ni son, esparciendo rumores sin ninguna fundamentación, creando la sensación de caos, de inestabilidad, de miedo colectivo, para de esta manera propiciar un ambiente social proclive a la desesperanza y a la perdida de fe y confianza del pueblo en el país y sus gobernantes. Aprovechar al máximo la ausencia física del Comandante Chávez para “caotizar” el país y proceder a dar el zarpazo que los conduciría a coronar su ambición de reasumir, como clase dominante, el control político de Venezuela y reintegrarla, en consecuencia, a la esfera de influencia imperial. Guerra económica, política, mediática y psicológica cimentada en una desmedida ambición y desbocada desesperación.
Pero resulta que más pudo el amor, el legado de Chávez, la conciencia histórica y el compromiso patriótico que el perverso interés que esta gente tenía.
Una derrota en toda la línea
Han sido derrotados en toda la línea, se les ha propinado un contundente revés del cual no les será fácil recuperarse, por lo menos en términos inmediatos. Con las medidas adoptadas por el gobierno del Presidente Nicolás Maduro contando con el apoyo pleno de la FANB y de las instituciones del Estado en defensa del pueblo y de la soberanía nacional, se logró derrotar el malévolo y desestabilizador plan imperial instrumentado por la derecha apátrida, plan que de haberse impuesto, en vez de la paz que hoy reina en el país, en estos momentos los venezolanos estaríamos sumergidos en una confrontación fratricida.
Hemos sostenido que el 8D se le propinó a la derecha una demostrativa derrota que se evidencia, fundamentalmente, en tres planos: en lo electoral, porque los candidatos chavistas se impusieron ampliamente en toda la geografía nacional, excepto en el estado Táchira, alcanzando el triunfo en 3 de cada 4 alcaldías e igual proporción en las cámaras municipales, saliendo de esta manera, el chavismo, refortalecido del lance electoral; en lo político, porque con la sumatoria de votos a nivel nacional las fuerzas chavistas sacaron una holgada ventaja (5.111.097-4.435.097) que echó por el suelo la pretensión plebiscitaria de la derecha y todo lo que ello implicaba, imponiéndose la paz en todo el territorio nacional; derrota política que se acentúa con la reunión en Miraflores, convocada por el presidente Maduro, con la asistencia de la casi totalidad de los alcaldes opositores, abriéndose la posibilidad concreta de establecer un diálogo diáfano y constructivo entre fuerzas encontradas; y en lo ideológico, porque la ofensiva del gobierno bolivariano puso a la derecha a tener que defender los intereses de la burguesía apátrida y especuladora, reflejándose, como pocas veces, en el país y en el mundo, las posiciones de clases contrapuestas; quién defiende o representa, nítidamente, a quién.
Derivación de la derrota
Pero la derrota sufrida por la derecha, tiene otras derivaciones, le deja otra secuela, que es la posibilidad cierta de que la mentada MUD, demostradamente nada democrática, salte por los aires a comienzos del nuevo año, cuando sus componentes pasen a precisar las respectivas responsabilidades en la derrota del 8D. Pero esto es tema de otras Notas al igual que el llamado de atención que, a nuestro juicio, surge de este proceso electoral al chavismo triunfante. Feliz año nuevo.
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