Si el año 2013 lo despedimos con una columna sobre las cifras de la violencia en Venezuela, este lo recibimos con un poco más de lo mismo y no es porque los reyes magos no hayan traído temas
Desde el momento en que escribo estas líneas, hasta que lleguen a su culmen de lectores el día miércoles, habrán muerto en Venezuela de manos del hampa 36 personas. Es decir, habrán pasado desde ahora, que es sábado y son las 11:07 hasta el miércoles a las 23:07, un total de 108 horas, es decir, 36 asesinatos si sigue la tasa que dejó el pasado 2013 la inacción política de Maduro y su combo.
Si el año 2013 lo despedimos con una columna sobre las cifras de la violencia en Venezuela, este lo recibimos con un poco más de lo mismo y no es porque los reyes magos no hayan traído temas, sino que una banda de malhechores consideraron magia eso de emprenderla a tiros contra unas personas accidentadas en una autopista como una gracia. Me los imagino perfectamente reídos a carcajadas luego de su fechoría. En camisetas sin mangas, con las armas relucientes, con las caras felices de haber disparado contra una familia, escupiendo al suelo, corriendo a ocultarse. Degenerados, déspotas, seguramente protegidos por alguien, aunque fuera por su partido político el PSUV.
La muerte reciente, y por cierto muy lamentable de la actriz Mónica Spears y su marido, la bala que sigue en la pierna de su hijita de cinco años, así como las otras 200 mil personas que han dejado de tener la posibilidad de estar con sus familias a causa de las armas y la guapetonería de algunos, deja sin calzoncillos a la revolución.
Fue la oposición, no se olvide señor lector de este gesto, la que ofreció en más de una ocasión sentarse con el poder rojo-rojito a tratar y trabajar este tema tan complejo. Un problema que pasa por educación, apoyo a las familias para el trabajo digno, sentimiento de orgullo y pertenencia por un país y su gente, construcción de valores como el respeto y la solidaridad, así como un largo etcétera que hemos tratado otras veces en este mismo espacio.
Tuvo que pasar lo que ha dejado a “Mi querida Ciela” fuera de las pantallas de TV, para que el gobierno de Maduro se sentara, al menos a hacer la guasa, de que trabaja por la inseguridad. ¡Patético! Quince años sin hacer nada y ahora sí, porque como la cena se acompaña con la telenovela y es la protagonista la que nos deja, ahí sí. ¡Patético!
A Maduro las cosas este año le van a ser muy difíciles. El despertar social que ha dejado la desaparición de Mónica Spears no es un trago que se digiere con camisetas rojas, ni con consignas del aparato comunicacional chavista. No se palian los grandes momentos familiares –tristes momentos– con boberías revolucionarias. Al contrario, se subrayan los conflictos sociales cuando es una Miss la que nos deja. Son ellas las que no tienen color político. Son ellas las que encarnan, para el común de la gente, la belleza y la suavidad de la mujer venezolana y es por todo esto que la gente se cansó y se arrechó con el gobierno. Toda la gente, los de todos los colores, porque ya basta.
Ya basta de que cada familia tenga un cuento que echar sobre la inseguridad. Ya basta de que los cementerios se vayan llenando de personas cuyas vidas son truncadas por matones como los que hemos visto capturados –por cierto a una velocidad pasmosa y nunca antes vista en los anales policiales del chavismo– lo que deja qué pensar y si no serán estos muchachos unos chivos expiatorios más del proceso revolucionario… porque el prontuario de entradas y salidas a la cárcel de uno de ellos dice mucho de la firmeza del sistema carcelario venezolano.
Y como sabe el gobierno que no puede con la vaina de la inseguridad, va y suma a la oposición para que en el momento oportuno, poder echarle la culpa, una vez más, porque lo que le viene a Maduro es dantesco: inflación, incapacidad de pagos, un diferencial enorme entre la divisa oficial y el dólar negro, problemas educativos importantes, de salubridad mucho más importantes, de vialidad, en fin, todo por hacer.
Max Römer Pieretti | romer.max@gmail.com