Contra toda evidencia, engaña a sus seguidores, fanatizándolos
Somos víctimas de la desinstitucionalización del discurso político, relevado el poder de toda explicación convincente por lo que hace, emociona y, por supuesto, dice. Pretende el absoluto y resignado visado de sus contradicciones, desplantes e insensateces, elevando como dogma sus repentinas elucubraciones.
Contra toda evidencia, engaña a sus seguidores, fanatizándolos. En solemne anuncio de la pretendidas remociones ministeriales, a pesar de la consternación colectiva por el vil homicidio de una actriz y su esposo, o el de un pedagogo y su señora madre, el titular de la cartera del Interior (Justicia y Paz), recibe una ovación de sus compañeros, además de fustigar al más modesto de los críticos como cómplices en la “guerra económica” que prevalece por encima del constante y sonante 57% de inflación para 2013 y toda la secuela del palpable desabastecimiento. Faltando poco, se quejan de la colectivisíma consternación por los más sonados asesinatos, olvidando el sepelio todavía inconcluso de Chávez Frías.
Creyéndose moralmente incuestionable, la ministro de Asuntos Penitenciarios pontifica mientras no garantiza la vida de los reclusos, suelta desprevenidamente a los más peligros en sus fáciles diligencias de descongestionamiento y, valga el detalle, echa los cimientos de una casta con aspiraciones de clase, como la encarnada por los llamados “pranes”. Obviamente, el cinismo obedece a una férrea voluntad de supervivencia en el poder.
Pareciera que la irracionalidad no tiene límites, en un juego perverso donde – más por sus actuaciones que por sus dichos – caen sectores de la oposición, incapaces de enhebrar las posturas políticas necesarias. En el fondo, posturas derivadas de flaquezas éticas y fragilidades ideológicas, en muchos casos quizá por reflejo de los marxistas que se dicen tales a falta de otro pretexto.
Las falacias de autoridad caracterizan al madurato, pues, procurando reivindicarse sus importantes e imponentes personeros como los más fuertes y hábiles ante los suyos, las mejores demostraciones las condensan ante la disidencia que es o la decretan como tal. En última instancia, la argumentación engañosa tiene por soporta la pólvora con la que amenazan, predicando la paz donde la ultrajan.
Luis Barragán | @Luisbarraganj