El escritor Edgar Borges revela como es que en su país no lo quieren los editores de libros
El periodista y escritor Edgar Borges (Caracas, 1966), actualmente en España, lamenta que su obra literaria, especialmente su novela “La contemplación” , no haya sido editada en Venezuela, a pesar que la crítica europea le ha dado el okey. ¡Aplaudido afuera, ignorado en su terruño!
-¿Por qué no circula su obra en Venezuela?
-Mis primeros libros de relatos si circularon, para entonces era un escritor inofensivo para ciertos grupos que, desde tiempos históricos, pretenden administrar el todo de la literatura nacional. Más tarde, mi mudanza al extranjero, las publicaciones de mis novelas en España y las reseñas de la crítica internacional o no sé qué cosa fue la causante de que se pretendiera imponer un silencio sobre mis libros. Y no me creo figura central o necesaria de nada, sólo ocurre que no tiene sentido negar lo que es evidente. Son muchos los venezolanos que me escriben interesados en mis libros.
-¿Las editoriales no pueden imprimir en Caracas o no hay negociación posible?
– No podría responder esa pregunta. Me dedico a la literatura en su fondo y en su forma en lo que respecta al asunto creativo. Mis opiniones sobre lo que ocurre en su entorno son apreciaciones; sin embargo desconozco cómo se maneja el mundo de la edición privada en actualmente. Antes el entorno de la edición pública era, en buena medida, el mismo grupo de amigos que se movía en la gerencia privada. No me gusta generalizar, en este caso sé que en Venezuela han existido y existen editores muy serios, no obstante, también es cierto que un grupo importante de personas con intereses literarios se han encargado de secuestrar el espacio de las letras en nuestro país.
-¿Qué pierde el venezolano al no leer sus obras?
-Sería presuntuoso de mi parte dar esa opinión. En todo caso habría que preguntarse cuántas obras de venezolanos, tanto radicados en el país como en el extranjero, se están perdiendo los lectores. Tampoco podemos olvidar que la literatura tiene alas, los lectores siempre se las arreglan para conseguir lo que quieren leer. Ya son unos cuantos venezolanos que me han dicho compré un libro tuyo a través de un encargo por internet o con un amigo que viajó. Sin embargo, deploro que, por intereses ajenos al hecho creativo, muchos venezolanos no puedan decidir cuál ficción o cuál realidad les interesa para su biblioteca.
-¿Alguna editorial venezolana lo ha contactado?
– En el pasado, cuando vivía Leonardo Milla, Alfa Grupo publicó mi libro “Aquiles. El último fugitivo de la globalización”. Después se perdió el vínculo, creo que más de uno ni sabe que existo y otros simulan creer que soy una persona de ficción. Yo le pregunto a los lectores venezolanos, si tiene sentido ¿que “La contemplación”, mi novela que va para su tercera edición en España, traducida al italiano y que está siendo vertida al francés y al polaco, no haya sido publicada en Venezuela?
-¿La presencia de una mafia enquistada en las directivas es la que impide ser editado en su patria?
– Eso es un secreto público. La literatura venezolana no ha logrado una fuerte presencia a nivel internacional a causa de esos grupos de amigos que le cierran las puertas a otras posibilidades. Operan como clanes que defienden sus intereses y los de sus conocidos. Luego es verdad que cuando sacan las estadísticas dicen “este año hemos publicado un millón de libros”. Lo que no le cuentan a los venezolanos es que de ese millón sólo promocionan y viajan a las citas internacionales cinco o siete personas que tiene la dualidad de ser funcionarios públicos y escritores, el mismo grupito. El resto de los publicados pasa como la gran masa invisible que les hace la corte a “los amigos literatos”. La historia de la literatura venezolana está plagada de situaciones similares. Ahí tenemos el caso del poeta José Antonio Ramos Sucre, aún hoy no se habla de la indiscutible importancia de su obra en las famosas listas de “los grandes” que siempre se autocitan.
La crítica
Borges, puntualiza que hace varios años, cuando aún vivía en Venezuela, “le presenté al presidente de Monte Ávila (escritor, por cierto), mi primer libro publicado en España, el cual venía precedido de muy buena crítica. Pero el comité consideró que no reunías las condiciones. Ante la respuesta del comité, le envié una carta en la cual relataba la historia del secuestro literario nacional. Después me enteré que esa carta había incomodado. En otro momento, cuando escribía el guión de una serie sobre Francisco de Miranda para una emisora de radio, me amenazaron con que haría sacar ese espacio de la programación porque yo estaba haciendo ficción con Francisco de Miranda, como si fuese un delito imaginar la historia. Al final el programa no salió pero en mí estaba claro que esta gente hacía cualquier cosa menos una revolución cultural. A partir de ahí me dije “nunca más” y me dediqué a mi trabajo afuera del país. No quiero pensar lo que hubiera hecho este señor si se entera que por aquella serie le puse a mi hija el nombre de Miranda. Quizá hubiera llamado al registro para impedir el sacrilegio. Es verdad que en algunos momentos he dado declaraciones o escrito artículos sobre el tema que quizá incomodaron a estos grupos. Sin embargo vivo en coherencia con lo que me gusta hacer: escribir. No voy por ahí diciendo que no me publican en Venezuela como si fuera un asunto personal, a mí me publican en el extranjero, me traducen, no me puedo quejar del trato de los lectores y de la crítica. Quiero dejar claro que mi crítica no es personal, mi crítica tiene que ver con un asunto general que nos debe interesar a todos los venezolanos. El arte no debe ser coordinado para que lo disfruten los coordinadores; el arte es un asunto de artistas y de público participante. La función de los coordinadores es cuidar la relación entre la obra y quien la recibe. Su función es regar el vínculo para despertar la sensibilidad hacia el acto creativo. Por otra parte, en Venezuela, por un asunto que desconozco, desde hace mucho tiempo la jerarquía cultural ha menospreciado la ficción”.
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