El director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel dijo este martes en París que el Sistema de orquestas fundado hace cuatro décadas en su país trasciende fronteras y trae al mundo «una visión optimista del futuro de la humanidad».
«Se ha convertido en un símbolo de lo que puede hacer en el mundo la música clásica, no solamente vista desde el aspecto del arte, sino como elemento de inclusión social», dijo a la prensa el director de 32 años.
Según Dudamel, el famoso Sistema de orquestas juveniles e infantiles, fundado en 1975 por el maestro venezolano José Antonio Abreu alcanzará «en cuatro o cinco años» el millón de alumnos.
«Es el tipo de cosas que necesitamos en el mundo, que nos haga tener una visión optimista de lo que es el futuro de la humanidad», comentó el director estable de la orquesta Simón Bolívar de Venezuela, la Filarmónica de Los Ángeles y la Sinfónica de Gotemburgo (Suecia).
El Sistema fundado por Abreu se ha convertido en modelo referencial para el resto del mundo, imitado en California, Italia, el Reino Unido o Corea del Sur.
Dudamel se encuentra en París para dirigir el miércoles un concierto de inusuales dimensiones: el Requiem de Berlioz en la catedral Notre Dame de París, al frente de la Simón Bolívar de Venezuela, la Orquesta de Radio Francia y los coros de Radio Francia y de Notre Dame.
«Berlioz fue un compositor de extremos», comentó Dudamel poco antes del ensayo general. «Lleva a emociones extremas. El Requiem termina con un coro casi armónico que es algo sublime, como ángeles que aparecen al final».
Dudamel, que dedicó el concierto en Notre Dame a su amigo el maestro italiano Claudio Abbado fallecido el lunes a los 80 años, habló además de la evolución de su propia carrera, su maduración como artista y sus proyectos de futuro.
Evoca los momentos que más lo marcaron: le primera vez que dirigió una orquesta en Barquisimeto a los 12 años, cuando Abreu lo llamó para anunciarle su nombramiento al frente de la Bolívar en pleno bachillerato, cuando ganó el concurso Mahler en 2004, su debut en Berlín o el momento en que se paró en el foso de la Scala de Milán, en el puesto de Toscanini.
«Estoy un poquito más viejo, ya no me muevo tanto como antes, no tengo la misma agilidad», bromeó, «pero siempre queda algo de ese niño y de ese adolescente que siempre explota en algún momento».
«Todo esto es como una evolución, mi forma de dirigir, mi forma de concebir la música. Lo más bonito de todo, es que hay una evolución, hay una trascendencia en la forma de pensar y de ver, de cómo abordar la música».
Según Dudamel «la cuestión de la dirección no es solamente musical, porque tú puedes saber mucho, pero si los músicos de la orquesta no conectan contigo, no vas a lograr nada». «Es una combinación de fuerzas, de actitudes, de cosas que están ahí, que son sicológicas, filosóficas, que es lo que uno va aprendiendo a medida que va pasando la vida».
Esa maduración lo ha llevado a evolucionar en sus propias inclinaciones en materia de compositores, y dice ahora estar maduro para Bruckner o Wagner.»Hay ciertos compositores que he estado esperando. Bruckner por ejemplo. Lo dirigí por primera vez en Gotemburgo en 2007, la 9ª sinfonía».
«Con Wagner dirigí mi primera ópera –Tannhauser– el año pasado en Bogotá. Allí me dije: ¿Cómo no dirigí esto antes? Es un mundo en el cual me siento extremadamente cómodo».
Adelantó que dentro de dos años tiene el proyecto de hacer completa la Tetralogía de Wagner en Londres. «Allí comienza un proceso para mí de conocer a Wagner profundamente, durante cuatro años».
A la hora de definir su futuro y la posibilidad de pasar a dirigir una orquesta alemana, como las de Viena o Berlín –la meta de muchos directores de orquesta internacionales–, Dudamel no lo descarta, aunque dice ser feliz con su situación actual con las tres formaciones que dirige.
«Yo me siento una persona privilegiada porque tengo una orquesta –la Bolívar– que no la he creado yo, sino que nos hemos creados juntos, estar con el mismo grupo de músicos desde los 11 años es algo único en la historia. Con eso ya ya me siento la persona más feliz del mundo».
«Berlin y Viena –comenta– son prácticamente familias también y yo me siento parte de esas familias». «Mirando al futuro, lo que venga son cuestiones del paso del tiempo, ya veremos qué me depara el destino».
AFP