Como muchas otras ciudades latinoamericanas, la capital paraguaya comenzó a sustituir los carros tirados por caballos por motos de tres ruedas con las que los recicladores recolectan residuos inorgánicos como cartones, plásticos y latas.
El concejal Hugo Ramírez dijo a The Associated Press que «la hacendada Maris Llorens está comprando los caballos de los carreros a 350 dólares cada uno y llevándolos a sus fincas. Ese dinero es entregado como anticipo por los recicladores para comprarse en cuotas una moto-carga de baja cilindrada».
Llorens convirtió a una de sus fincas en un santuario de equinos abusados laboralmente por sus amos.
Ramírez añadió que como legislador comunal elaboró «una norma para que los caballos ya no realicen un trabajo pesado por las calles de la ciudad y dejen de circular».
«Pero, además, conseguí que una compañía ensambladora de piezas de motos para cargas entregue a los ex carreteros las máquinas sin mucha exigencia legal porque la mayoría, por su condición de marginalidad, no posee cédula de identidad ni patrimonio que sirva de garantía», comentó con entusiasmo.
Yvytú es uno de los tantos equinos utilizados por personas pobres para ganarse la vida en Paraguay, un pequeño país de América del Sur sin costas al mar y con huellas muy visibles de su pasado colonia. El animal realiza su trabajo en medio del ruido de las calles y respirando el aire contaminado por el humo despedido por los caños de escape de los automotores.
«Soy carrero desde hace 20 años y con lo que recolecto mantengo al caballo y a mi familia. Me pagan un mil guaraníes (15 centavos de dólar) por cada kilo de plásticos. Para ganarme 10 dólares debo trabajar más de 14 horas al día; con la moto-carga espero ganar más», dijo a la AP Antonio Martínez, el dueño de Yvytú, en idioma guaraní.