Sentarnos a discutir es una obligación en estos momentos. Mi intención escribiendo sobre el tema no es buscar más polémica, es conciliar posiciones y créanme que en momentos como estos es difícil
Brian Fincheltub
Brian@juventudsucre.com
@Brianfincheltub
Todos le apostamos a un cambio en nuestro país, aunque en la actualidad hay diferencias visibles en el cómo, el qué está muy claro: Tenemos que rescatar a Venezuela del desastre nacional. La discusión enriquece la democracia, personalmente creo que la existencia de distintas visiones pueden completar las soluciones planteadas. Siempre que no se abran heridas profundas, es posible avanzar en la pluralidad. Nadie le apuesta a la continuidad del desastre nacional por diferir de una u otra propuesta, quien plantee las cosas en blanco y negro manipula y en nada ayuda. Lo que si hay que decir es la experiencia reciente nos demuestra que los caminos más cortos siempre terminan siendo los más largos, traumáticos e infructíferos.
Sentarnos a discutir es una obligación en estos momentos. Mi intención escribiendo sobre el tema no es buscar más polémica, es conciliar posiciones y créanme que en momentos como estos es difícil. La experiencia reciente nos tuvo que haber enseñado, aunque soy parte de una generación que viene haciendo política desde 2007, viví el escenario de conflictividad que se planteó en Venezuela en 2002 y el fortalecimiento posterior que logró el fallecido presidente, Hugo Chávez Frías, con la crisis política.
Comparemos realidades, en 2001, gobernaba aquel militar que había logrado llegar a la presidencia con un discurso restaurador, pero que había sido suavizado para ganar adeptos en la clase media y sectores económicos. Los poderes públicos aunque habían sido recientemente renovados a través del proceso constituyente, conservaban cierta independencia producto de una oposición muy fuerte que todavía conservaba el control indirecto de la empresa petrolera, altos mandos militares y gran parte del poder judicial. La disidencia además contaba con el apoyo de todos los medios en señal abierta, excluyendo la señal estatal y tenía una proporción importante de gobernadores y alcaldes.
Parecía un gobierno débil que pujaba por lograr cambios, contenido por una oposición fuerte, que retaba, que podía emplazar al gobierno de manera directa. Aun en este escenario, el fallecido presidente, Hugo Chávez Frías, condujo a la crisis despidiendo a la directiva de PDVSA, tal como lo reconoció años después en palabras textuales “Yo provoqué la crisis” ¿Por qué lo hizo? ¿No era un suicidio político? Las razones están a la vista, la crisis lo favorecía, porque fue lo único que le permitió limpiar su entorno con leales a su causa y atornillarse en el poder hasta su muerte.
2002 fue el año de mayor movilización en la historia democrática de nuestro país, con decenas de marchas multitudinarias. Pero más allá de salir a la calle, no se le daba un proyecto alternativo a quienes estaban descontentos, las consignas eran “fuera” y “vete ya”. No había proyecto que venderle a quienes seguían creyendo en el gobierno y defendían las pocas conquistas alcanzadas. Recordemos que ni las misiones sociales habían nacido para entonces.
Hablemos de la situación hoy, un panorama económico mucho más complejo, descontento social creciente, pero una oposición en condiciones muy distintas a las de 2002. Cercada, judicializada y con escasos espacios de expresión libre. Del lado contrario, un gobierno que controla todos los poderes públicos y con enorme poder mediático, con un presidente que nuevamente algunos sectores de la oposición subestiman y buscan consolidar a través de un escenario que copia esquemas del pasado reciente.
¿Ante este escenario qué hacemos? ¿Nos quedamos inmovilizados? No es mi intención desmoralizar, pero si evaluar la situación hoy respecto a los aprendizajes de la historia. Si vamos a un escenario parecido al del 2002, los resultados serán los mismos: Consolidamos a un gobierno que busca que una crisis política le estalle antes que reviente una bomba económica de mayores dimensiones.
No pido que la gente se quede en sus casas a esperar que Giordani y Merentes lo sigan haciendo mal, pero pido definir objetivos y no unirnos a aventuras que puedan conducirnos a escenarios de frustración. La gente en Venezuela está protestando y mucho, en 2013 según el Observatorio Venezolano de Conflictividad hubo más de 4 mil protestas en Venezuela. Protestas es igual a descontento social, nuestro deber es acompañar estas protesta con un discurso que les haga saber a nuestro pueblo quiénes son los verdaderos culpables de sus padecimientos. Si nos seguimos hablando a nosotros, a los que ya estamos convencidos, ellos no se sentirán identificados con nuestra causa y lamentablemente en lugar de buscar una salida, estaremos cayendo en una encrucijada.