Para un gobierno sin liderazgo toda crítica será “destructiva” y toda protesta será “desestabilizadora”: Si quienes lo critican son sus propios partidarios los llamará “quintacolumna”; si quienes protestan son sus adversarios los epítetos serán aún más duros: los llamará “fascistas”, “golpistas” o “terroristas”
I
La protesta es el derecho y el deber…
Para el pueblo la protesta es un DERECHO. El pueblo es EL SOBERANO y la protesta es una de sus formas de expresión. Para los gobiernos respetar la protesta es un DEBER, y atender los contenidos de la protesta es una de las formas de acatamiento de la burocracia al pueblo. Quien califica la pertinencia y justeza de la protesta es quien la ejerce, no aquel contra quien se protesta. El pueblo protesta cuando los mecanismos ordinarios de reclamo no funcionan, cuando la confianza en quien ejerce el poder se debilita, cuando la esperanza se quebranta.
II
El liderazgo democrático atiende la protesta, se nutre de ella…
Un liderazgo popular y democrático responde a la protesta atendiendo a sus causas inmediatas y yendo más allá: optimizando los mecanismos de gestión para que reclamo y solución formen parte de la dinámica normal de la relación entre quien manda (El Soberano) y quien sirve (la burocracia, cuyos integrantes reciben la exacta definición de “servidores públicos”). De esta manera se consolida la confianza entre “administradores” y “administrados”, y se fortalece la esperanza.
III
Un gobierno sin liderazgo es protestado hasta por quien alguna vez lo apoyó…
Pero para un gobierno sin liderazgo toda crítica será “destructiva” y toda protesta será “desestabilizadora”: Si quienes lo critican son sus propios partidarios los llamará “quintacolumna”, “agentes del enemigo” o, en el mejor de los casos, “confundidos”; si quienes protestan son sus adversarios los epítetos serán aún más duros: los llamará “fascistas”, “golpistas”, “terroristas”.
IV
Quien causa la protesta no puede resolverla…
La incompetencia oficial genera malestares, la respuesta a esos malestares son promesas, esas promesas jamás llegan a cumplirse porque se roban el dinero, lo cual a su vez genera más malestar. Así se ve en los hospitales colapsados, en la vialidad destruida, en la basura desbordada. Los efectos perversos del círculo vicioso incompetencia-malestar-corrupción se pueden apreciar incluso en estructuras que siempre funcionaron bien hasta que el gobierno se apropió de ellas: SIDOR, las fábricas de cemento, Industrias Diana, Lácteos Los Andes son sólo ejemplos de esto.
V
Un gobierno sin liderazgo teme la protesta, la descalifica y reprime…
Es por eso que un gobierno como el que hoy padece Venezuela desarrolla sólo tres conductas frente a la protesta popular: En primer lugar intenta ignorarla; si no puede ignorarla la descalifica, utilizando para ello el insulto y la amenaza. Y si a pesar de ello no puede disuadir a quienes protestan procede a reprimirlos, en dos fases: la represión física, violenta, usando para ello tanto la fuerza pública como a los grupos irregulares, juntos o separados, y luego la represión judicial, sofisticada, sometiendo a quienes protestan a procesos judiciales interminables
VI
La protesta: de la justeza a la eficiencia…
Que la protesta sea justa no la hace automáticamente eficiente. La protesta debe tener dirección y sentido. Debe tener un motivo claro (la situación de malestar que la origina) y un propósito definido, pues obtenerlo será la medida del logro. De lo contrario se cae en las trampas del poder: se empieza protestando por algo, en la protesta hacen unos presos, se lucha luego por la libertad de los presos y al conseguirla se canta victoria… olvidando el motivo inicial de la lucha.
VII
De la “catarsis” a la educación, organización y movilización…
La protesta no es un “espasmo” de los “ya convencidos”, una actividad de “catarsis” de quienes consideran, con razón, que “esto es inaguantable”. La protesta es un PROCESO de educación, organización y movilización de la gente, en particular de los mayoritarios sectores populares: Nadie defiende derechos que no sabe que tiene. Para defender derechos, la organización es un recurso indispensable. Y esa organización sirve no para hacer más eficiente y contundente la movilización.
VIII
¡Calle sí, “corralito” no!
Y quien dice “movilización” dice “calle”. Y “calle” no es sólo el espacio desde el cual se producen tradicionalmente los reclamos de la oposición política. La calle que interesa educar, organizar y movilizar es aquella donde están las mayorías nacionales agredidas por el desabastecimiento, la carestía, la inseguridad y el mal gobierno. La calle donde se hacen colas inmensas para adquirir productos de la canasta básica. Donde se hacen colas dolorosas para conseguir una cita médica en un hospital público. Donde se hacen colas indignantes para comprar un saco de cemento o una bombona de gas para cocinar. Esa es la calle que interesa, la que falta: Si nos quedamos en la calle que ya tenemos eso NO es “protesta”, es un “corralito”: ¡La que importa es la calle a conquistar!
IX
Más allá de los discursos y las piedras…
Y una vez en la calle, ¿Qué hacemos? Hay quienes creen que solo existen dos opciones: escuchar discursos o tirar piedras. Nada más falso. LA NO VIOLENCIA ACTIVA contiene un amplio repertorio de conductas que permiten expresar cívicamente el descontento, la crítica y la propuesta alternativa: Por ejemplo, negarse a ser desalojado de una cola por no permitir que le marquen el brazo como una res es RESISTENCIA PACÍFICA; acompañar a trabajadores que protestan en el portón de una fábrica a pesar de que el área ha sido inconstitucionalmente decretada como “zona de seguridad” es DESOBEDIENCIA CIVIL. En ambos ejemplos, la no violencia activa lleva a hermanarnos con amplios sectores populares. Una conducta como esa tiene costos, claro que sí. Pero de los mismos sólo pueden sorprenderse quienes confundan “pacifismo” con “pasividad”.
X
Cada quien en lo suyo defendiendo lo que es de todos…
Cada protesta puede y debe tener objetivos específicos y un ámbito definido (comunitario, gremial, sindical, ambientalista, etc.). Ese es el papel del ciudadano movilizado, de la masa hecha pueblo. Pero también debe tener un “paraguas” común: Todo el que lucha debe saberse parte de un gran esfuerzo nacional para tener una vida mejor, un país que funcione, un gobierno eficiente. Construir ese “paraguas” es el rol de un liderazgo político conectado con la gente. El país no necesita políticos que repriman la protesta como hace el gobierno, o que la vean desde la lejana inercia de su ensimismamiento como hacen algunos, o que la utilicen y manipulen para satisfacer sus ansias de protagonismo, como hacen otros. El país necesita un liderazgo con los pies en la tierra, el corazón ardiente y la cabeza fría, capaz de incorporar a los más pobres a las protestas y de conducir ese mayoritario país que protesta a la construcción de un país de soluciones. ¡Palante!
RADAR DE LOS BARRIOS
Jesús Chuo Torrealba | @chuotorrealba