En la ciudad de Maracaibo, a la vista de todo el mundo, y bajo la negligencia de los cuerpos de seguridad del Estado, entre ellos Policías, Guardia Nacional y Ejército, se práctica el contrabando de extracción de gasolina en casi todas las estaciones de servicio de la zona norte que colinda hacia la frontera con la Guajira
Ángel Rafael Lombardi Bóscan *
En la ciudad de Maracaibo, a la vista de todo el mundo, y bajo la negligencia de los cuerpos de seguridad del Estado, entre ellos Policías, Guardia Nacional y Ejército, se práctica el contrabando de extracción de gasolina en casi todas las estaciones de servicio de la zona norte que colinda hacia la frontera con la Guajira. El colapso vehicular y las colas alrededor de las estaciones de servicio ya forman parte de la fauna urbana de Maracaibo.
La mayoría de estos contrabandistas “buena onda”, porque delinquen a la luz del día y sin ningún temor, son de la etnia wayuu y transportan el “oro negro” en carros destartalados pero con sus tanques de gasolina modificados para ampliar la capacidad de almacenaje. Ya también se han dejado ver rústicos y camionetas último modelos haciendo el trabajo de mulas, lo cual es indicio, de prosperidad.
El destino es Carrasquero, en el Municipio Mara, en donde la gasolina se transborda en barriles y pipas acondicionadas para la ocasión. Luego, por las trochas de la frontera, ya sea por ríos o caminos de tierra, terminan llegando a Colombia donde finalmente la gasolina se comercializa.
El beneficio del contrabando de la gasolina hacia Colombia es tan lucrativo que éste puede alcanzar un margen de ganancia hasta 20 veces más que su valor original. La gasolina venezolana es la más barata del mundo y el Gobierno le teme a las consecuencias sociales que pudieran producirse en el caso de un hipotético aumento. Es decir, el Gobierno de Venezuela, al igual que el hispánico durante la Colonia, mantiene un monopolio en la comercialización que los contrabandistas desdicen. “La ley se acata, pero no se cumple” es el axioma de éste sistema paralelo de la economía legal.
Obviamente, los wayuu no son los únicos contrabandistas. Hoy sabemos que éste negocio es tan lucrativo que las mafias que se tejen alrededor del mismo han logrado construir todo un imperio donde están involucrados miles de familias, en su mayoría humildes. La gran aspiración “socialista”, en su variante chavista, inesperadamente ha logrado encarnar en forma de cooperativas y comunas que se dedican al contrabando de la gasolina en la Guajira venezolana y colombiana.
La Guajira es tierra de contrabando desde los tiempos hispánicos, sus habitantes no se enorgullecen de esto, aunque reaccionan ante el abandono institucional con actividades al margen de la ley pero que les permite un modus vivendi con la complicidad de los respectivos gobiernos de Colombia y Venezuela. La línea divisoria entre la legalidad y el delito ha sido borrada por estas mafias en connivencia con las fuerzas del orden que, en su mayoría, terminan corrompiéndose y participando del negocio contrabandista.
Un Estado/Gobierno cuando es incapaz de proteger y resguardar sus fronteras junto a los habitantes que hay en ellas pone en duda el ejercicio de la soberanía nacional, y en consecuencia, todo su entramado institucional está herido de muerte.
* Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ