La dirigencia opositora se dejó acorralar por el sector más ultraderechista, el de Leopoldo López y María Corina Machado
A raíz de los sucesos iniciales que fueron desencadenando la espiral insurreccional en la que la dirigencia opositora ha sumergido al país, Capriles Radonski y otros voceros de la MUD alertaban a sus huestes, en sus primeras declaraciones de prensa, en el sentido de no perder el foco; siendo, precisamente, Capriles el más enfático en ese planteamiento, textualmente decía ¡No perdamos el foco!, haciendo referencia a que la experiencia vivida, por la oposición, les enseñaba que no era la protesta desmedida, drenadora de arrechera, la vía apropiada, por los momentos, para acceder al poder.
El Flaco intenta reflexionar
Por supuesto que Capriles no se estaba refiriendo a las experiencias del 2002, 2003 y 2004, cuando la carmonada de abril, el paro petrolero-empresarial o las guarimbas; esas son situaciones de las que la derecha venezolana, borbónica ella, no aprenderá, por lo menos, en muchísimos años, siguen considerando que esos fracasos fueron consecuencia de pelones, falta de cálculos circunstanciales de última hora, antes que resultado de una lucha de clases en la que el polo que los antagonizaba, constituido en sujeto histórico, conducido por un lúcido liderazgo, con la claridad estratégica del Comandante Chávez, supo derrotarlos, sabiamente, tanto en esos intentos insurreccionales como en las sucesivas contiendas electorales. Tanto esa oposición como el inefable imperialismo subestimaron a Chávez como ahora subestiman a Maduro y al liderazgo colectivo que se formó bajo la conducción e inspiración del Comandante de la Revolución Bolivariana, no asimilan que son hijos políticos de Chávez.
No, Capriles, aludía a su más reciente y directa experiencia, a la por él vivida durante el año 2013, que se resume en: a) que mientras desarrolló una política opositora coherente, sabiendo aprovechar, además, el duro impacto que causó en el pueblo chavista la desaparición física del Comandante Chávez, alcanzó a remontar una copiosa votación que casi equipara a la fuerza chavista, emocionalmente afectada, en unas elecciones realizadas, inevitablemente, en apenas 6 semanas después de la siembra del líder histórico; b) pero, que al no saber calibrar ese ascenso político y electoral, optó por sus viejas andadas subversivas, llamando a su electorado a reclamar un triunfo que no había obtenido y a desarrollar, en ese sentido, una campaña, incluso, a nivel internacional, ocasionando la muerte de 11 compatriotas, más de 70 heridos y cuantiosos daños a bienes públicos; en vez de dedicarse, pacientemente, a consolidar su fuerza electoral y a cumplir con su responsabilidad como gobernador de la entidad mirandina; y c) con ese desatino, intentó darle a las elecciones municipales de diciembre pasado un carácter plebiscitario, dentro de la idea, de que si rebasaba los votos chavistas, entonces la vía insurreccional quedaba expedita. Fatua y triste ilusión. El gobierno bolivariano y chavista de Maduro, a pesar de la guerra económica a la que estuvo y está sometido, salió fortalecido de ese lance electoral y con un pueblo moralizado.
Es a la luz de este resultado, que, el Flaco Capriles y el séquito de la MUD que lo rodea, seriamente afectado en su imagen ante el país y ante los círculos opositores, intenta hacer un atisbo de reflexión cuando la dupla ultraderechista de Leopoldo López y María C. Machado,- que lo venían cuestionando desde el propio abril de 2013 porque, a juicio de ellos, había llegado el momento apropiado para profundizar y llevar a las últimas consecuencias el plan insurreccional que el imperialismo estadounidense ha venido preparando, en sus distintas fases, con el envoltorio del “golpe de estado suave y no violento”- comienzan a plantear, a partir del 23 de enero, la ecuación de La Salida: “hay que tomar la calle, y no dejarla, hasta que este gobierno salga”, con el barniz eufemístico de que dicha salida estaría planteado en el marco constitucional.
Es aquí, cuando Capriles comienza a argüir ¡No perdamos el foco!, es decir, reclamando que para dar el paso final del golpe suave, que conlleva la fractura institucional del país y con ello la eventual intervención extranjera, es necesario esperar hasta acumular mayor fuerza social, con la incorporación de sectores populares, por eso llegó a agregar ¡dónde está el pueblo! consciente como estaba que sólo contaban, como se ha visto, en estos días insurreccionales, a partir del 12 de febrero, con sectores de las capas medias y los reducidos grupos empresariales que, a toda costa, quieren impedir la aplicación de la precisa Ley de Precios Justos. Y cuánta razón tiene, porque, efectivamente, el pueblo trabajador, asalariado y no asalariado, que es la mayoría de la sociedad venezolana está ausente de estas escaramuzas de por sí violentas localizadas en las escasas zonas residenciales de clase media de las ciudades del país; se están cocinando en su propia salsa.
Se impusieron los ultras
Está claro, que no es que la Mesa de la Unidad Democrática, con Capriles a la cabeza, haya estado en desacuerdo estratégico con la jugada del dúo López- Machado, que no integran la mentada MUD, sino que la diferencia estaba, además de la puja por el liderazgo opositor, en calibrar el momento ante la ausencia de pueblo para emprender la aventura fascista; estos ultras se impusieron ante Capriles; así lo dispuso el imperio, quien en su desesperación por truncar el proceso revolucionario bolivariano y garantizarse el control de las riquezas nacionales se apresura a intentar el zarpazo que han tenido pendiente desde hace 15 años. Estos gringos también perdieron el foco y eso se va a evidenciar en los combates de distinta naturaleza que están por venir. Está por sellarse la Segunda Independencia Nacional. ¡Tamaña sorpresa se van a llevar!.
Notas paralelas // Miguel Ugas