Paolo Gabriele contaba con la confianza del papa Benedicto XVI y de los cardenales, monseñores y sacerdotes que manejan la Iglesia católica. Y en su posición privilegiada de mayordomo papal, tenía acceso a sus secretos más recónditos: documentos confidenciales como cartas, memos, informes financieros.
Bajo las narices del pontífice, Gabriele usaba la fotocopiadora en la pequeña oficina que compartía con dos secretarios papales junto a la biblioteca, estudio y capilla papales, y dice que copiaba todos los documentos.
Al principio se guardaba todos los secretos. Después halló a un periodista en quien confiar, y las intrigas e injusticias que dijo haber visto a su alrededor se difundieron por el mundo en la peor violación de la seguridad del Vaticano en los tiempos modernos.
Un tribunal de tres jueces de la Santa Sede decidirá el sábado si Gabriele es culpable de robo con agravantes, por la acusación que pesa sobre él de haber obtenido los documentos privados del Papa y haberlos filtrado al periodista Gianluigi Nuzzi, cuyo libro «Su Santidad: los documentos secretos del papa Benedicto XVI» se convirtió en un éxito editorial cuando fue publicado en mayo. Gabriele se ha declarado inocente, al asegurar que nunca se apoderó de los documentos originales, aunque se declaró culpable de «haber traicionado la confianza del Santo Padre, a quien amo como lo haría un hijo».
Con base en documentos judiciales, el testimonio durante el juicio y el libro mismo, ha tomado forma el escándalo: describen cómo un hombre de 46 años, padre de tres hijos, que según los siquiatras designados por el tribunal es inestable, desesperado por atención y con ilusión de grandeza, llegó a considerarse inspirado por el Espíritu Santo para exponer los trapitos sucios del Vaticano a fin de salvar la Iglesia. Demuestran cómo instigó un complot hollywoodesco para sacar los documentos del Palacio Apostólico bajo el amparo de la oscuridad y entregarlos, fuera de los muros del Vaticano, a un periodista que los expuso al público por televisión y por su libro.
Gabriele dijo al tribunal esta semana que se «escandalizaba» cada vez más al servir el almuerzo al pontífice y ver que este hacía preguntas sobre cuestiones de las que debía haber sido informado. Esto le sugirió que sus asesores intencionalmente le escatimaban información.
«Yo estaba en una posición privilegiada como para llegar a la conclusión de que es fácil manipular a alguien con poder de decisión», dijo Gabriele sobre Benedicto. «Con la ayuda de otros como Nuzzi, pensé que podría ayudar a que las cosas se vieran más claramente», dijo a la fiscalía en un interrogatorio el 21 de julio.
Gabriele dijo a Nuzzi que empezó a copiar documentos esporádicamente poco después que Benedicto asumió el papado en el 2005, y después más metódicamente en 2010 y 2011. Una vez en el departamento donde vivía con su esposa y tres hijos, escondía los documentos entre miles de páginas de investigaciones en internet sobre una serie de temas.
En total, hicieron falta 82 cajas para que los investigadores se llevaran todos los documentos que hallaron, aunque la policía dijo que solamente unas mil páginas eran pertinentes a la investigación.
Nicole Winflield / AP