Las protestas que desde hace cerca de un mes se repiten en Venezuela han distanciado aún más al Gobierno de Nicolás Maduro de la Organización de Estados Americanos (OEA) y han redoblado la apuesta del presidente venezolano por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) como foro de referencia.
Maduro, canciller durante seis años del Gobierno de Hugo Chávez, arremetió esta semana de nuevo contra la OEA, a la que considera una estancia «moribunda», después de que Panamá llamara a una reunión del organismo y el secretario general del organismo, Jose Miguel Insulza, propusiera la visita de una misión de la institución al país.
«A Venezuela no la pisa ninguna delegación de la OEA sin nuestra autorización, sin nuestra invitación», exclamó el miércoles Maduro durante un discurso en el que anunció, además, que rompía relaciones con Panamá.
Maduro denunció como una «intromisión» los llamados liderados por el país centroamericano para tratar en la OEA la situación de su país, dando un portazo a una posible intervención de ese organismo para encontrar una salida política al clima de protestas que desde su estallido el pasado 12 de febrero ya deja una veintena de muertos.
La declaración del mandatario ahonda las diferencias entre su Gobierno y la OEA, que tras las elecciones del 14 de abril abogó por el recuento de votos en Venezuela aunque después optó por reconocer la decisión del Consejo Nacional Electoral de otorgar el triunfo a Maduro pese a la denuncia de la oposición.
A ojos de analistas, con su rechazo a la OEA, Maduro busca enviar un mensaje tanto a nivel externo como interno para aquellos que impulsan un diálogo que pueda promover una tregua al margen de la iniciativa del Gobierno.
El presidente lanzó la semana pasada una Conferencia Nacional de Paz para abordar la ola de protestas y hechos de violencia que, según él, forman parte de un golpe de Estado, una iniciativa a la que se han sumado sectores empresariales y sociales importantes pero que han rechazado los partidos de la oposición.
«Es un mensaje hacia afuera, hacia los miembros de la OEA en el sentido de que no va a permitir ningún tipo de mediación ni de misión que venga a observar la situación», opinó la internacionalista María Teresa Romero.
«Sin duda está cerrando la puerta a cualquier intento de mediación», remarcó en declaraciones a Efe.
Tras cerrar la puerta a la OEA, Maduro ha dejado claro que el tratamiento del caso venezolano en la arena internacional pasa por la Unasur, una iniciativa que divide a los analistas al valorar su capacidad para acoger también los reclamos de la oposición venezolana, que ha denunciado una represión excesiva de las protestas.
«Sabemos perfectamente que Unasur está conformada por gobiernos que más directa o indirectamente están de acuerdo con él (…). Ahí no va a haber, como sí podría pasar en la OEA, grupos que estén a favor de una misión que medie, que vea in situ la situación», consideró Romero.
En cambio, el internacionalista Francisco González, miembro de la Asociación Americana de Juristas, dijo a la emisora local Unión Radio que una decisión «contundente» de la Unasur se hace «sumamente necesaria».
«Cuando hay un concierto político de esta naturaleza en América Latina, la Unasur (…) es proclive a los pueblos y yo pienso que una decisión contundente de la Unasur se hace sumamente necesaria y va a girar en torno a los intereses de Venezuela», dijo González.
Maduro ratificó su preferencia por la Unasur al mostrarse dispuesto a acudir a una reunión de presidentes de los países miembros para exponer las «circunstancias de ataques de violencia» de «pequeños grupos» contra su país. EFE