La doble moral camina por América Latina y el mundo, las organizaciones internacionales muestran una vez más que son cascarones vacíos donde las decisiones están condicionadas a intereses económicos y líneas ideológicas: Más vale un barril de petróleo que los DDHH
Brian Fincheltub
Brian@juventudsucre.com
@Brianfincheltub
Como si se tratara de un cortejo fúnebre que lleva en hombros a la democracia hacia su sepultura, los países latinoamericanos y las organizaciones internacionales se hacen los ciegos, los mudos y los sordos ante la represión, la tortura y el asesinato de inocentes en Venezuela. El balance tras un mes de protestas son 28 muertes, 365 heridos, más de 1300 detenciones y denuncia documentada de 44 casos de tortura. A esto hay que sumarle más de 120 agresiones a periodistas, censura a medios internacionales y el anuncio de planes de CONATEL, la comisión reguladora de telecomunicaciones, para tratar de controlar información “incomoda” que circule en internet.
Al cortejo de los cómplices se les olvida que Venezuela recibió a miles de exiliados cuando la democracia era la excepción en Latinoamérica y reinaban las dictaduras militares. Vinieron de Argentina, Chile, República Dominicana, México y Uruguay a suelo venezolano y aquí no solo se les brindó protección y cobijo, sino que se les adoptó como en una segunda patria. Muchos presidentes latinoamericanos llegaron a sus posiciones por su pasado de lucha contra las dictaduras militares, algunos desde las filas de movimientos insurreccionales, como la guerrilla. Resaltan los casos del presidente de Uruguay “Pepe” Mujica y la mandataria brasileña Dilma Rousseff ¿Pueden cuestionar quienes tomaron las armas contra la dictadura a estudiantes que alzan banderas contra la opresión?
La doble moral camina por América Latina y el mundo, las organizaciones internacionales muestran una vez más que son cascarones vacíos donde las decisiones están condicionadas a intereses económicos y líneas ideológicas: Más vale un barril de petróleo que los DDHH. No hablamos solo de la OEA y la despreciable posición de su Secretario General, José Miguel Insulza, nos referimos al vergonzoso capitulo de la historia que significó el reconocimiento entregado a la llamada Defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU por su “trabajo en defensa de los derechos civiles en Venezuela”. El certificado lo recibió entre aplausos del foro mientras en Venezuela morían dos ciudadanos más a manos de colectivos armados.
Nos imaginamos se trata de un reconcomiendo al excelente trabajo de la defensora al tratar de justificar la tortura en nuestro país. Al desechar pruebas y darle preponderancia a las denuncias sobre presuntos actos vandálicos en las manifestaciones. En la ONU se hicieron los “suizos” y esta comisión se coloca del lado de los opresores, olvidando que su deber es defender a los oprimidos.
A pesar de todo esto no estamos solos, los pueblos del mundo siguen de cerca lo que pasa en Venezuela, mientras las organizaciones internacionales solo representan la burocracia de gobiernos que saben que la lucha venezolana reta a todos aquellos que abusan del poder y se ponen de espaldas al sentir de su población.
Cuestionar la posición de los países latinoamericanos y de las organizaciones internacionales no es un llamado a la intervención extranjera, es dejar registro histórico de cómo algunos presidentes latinoamericanos ayudaron a echar pala para enterrar la democracia en Venezuela. Sigan acompañando a los sepultureros, que la historia los sepultará a ustedes.