*** El creador de Rajatabla recuenta como teatralizaron, en 1989, el relato de Gabriel García Márquez, cuya versión 2014 exhiben en Festival de Teatro de Caracas
E.A.Moreno-Uribe
Gabriel García Márquez, luego de ver el montaje que Carlos Giménez hizo de “El coronel no tiene quien le escriba”, respondió ante el interrogatorio periodístico: “¿Reconoce usted a los personajes? No, los reconozco. Los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi”.
Se conmemoran 21 años del mutis del director Carlos Giménez en las vísperas del Tercer Festival de Teatro de Caracas, importante evento organizado por Fundarte, con más de 200 agrupaciones para mostrar multisápidas creaciones escénicas, además de foros, conversatorios, exposiciones fotográficas y especialmente una versión de su espectáculo “El coronel no tiene quien le escriba”, el cual se convirtió en el emblema de la agrupación Rajatabla, fundada en 1971, tras de su exitoso estreno en el Festival de Spoletto.
Sobre como fue aquello, el mismo Giménez contó que con su montaje “trata de interpretar la historia desde una perspectiva política y artística cuya unidad para nosotros es indivisible. El original es un texto narrativo y su traslación al lenguaje dramático es obviamente difícil, hasta traumático. El cambio de lenguaje determina sus limitaciones pero también ofrece nuevas posibilidades. La interpretación de un hecho artístico no puede ser definida por el concepto unilateral de una supuesta fidelidad al texto. Los caminos del arte son infinitos; infinitos, son, por ejemplo, las interpretaciones de un teatro shakesperiano”.
Mensaje de desesperanza
Niega que al texto original de García Márquez le hayan añadido algo. Es una versión dialogada, bajo sus indicaciones, por Aníbal Grunn y Daniel López. “Nada ha sido agregado. Se ha interpretado, es decir, no hay una lectura literal del texto, sino una recreación del mismo. Tanto la obra como nuestra puesta en escena se centran en el hombre latinoamericano y su tragedia. Dentro de la misma caben todos los tipos sociales posibles. La dignidad no es un estereotipo; miles de personas mueren por ella en El Salvador o en Guatemala. La violencia y la corrupción son los pilares fundamentales sobre los cuales se asienta y desarrolla nuestro drama”.
Enfatiza que la belleza de la producción y el humor del espectáculo no destruyen nunca el mensaje de desesperanza que se desprende del espectáculo mismo, “porque el humor y la belleza son parte de la desesperanza. Un rostro triste es bello, un niño que llora de hambre es bello. Porque la belleza es la conmoción de lo esencial. La tragedia en sus altos niveles es la perfección de la belleza. La misión del arte, y del teatro en especial, es asociar la belleza con el drama del hombre”.
Subraya que Gabriel García Márquez vio su espectáculo en el teatro Hidalgo de la capital mexicana e hizo una importante declaración para el diario La Jornada, del 24 de agosto de 1989, ante el interrogatorio periodístico: “¿Reconoce usted a los personajes? No, los reconozco. Los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi. De veras. He descubierto que mis personajes tienen voz y me he dado cuenta que es exactamente la voz que siempre me había imaginado”.
Desilusión y fracaso
Carlos Giménez explica que su montaje es una superposición de tiempos para la demostración palpable de la desilusión y el fracaso. Pasado y presente conviven, reiterando la esperanza fallida. El futuro no llega y el coronel ve pasar la historia como una traición permanente a lo que una vez fue la fe en una causa. El dispositivo escénico es parte del centro de este microcosmos: la habitación donde el coronel y su mujer dormitan sus pesadillas. Ella en una cama cubierta con un mosquitero que es a la vez coraza y reducto. Él, en su hamaca, como un barco en el desierto. Los rodea la ciénaga. Todo el país es una ciénaga donde se hunden las esperanzas, los proyectos de vida, las causas nobles. En medio de la lluvia, las paredes y los muebles se desplazan, desaparecen, crece el vacío, la inutilidad del esfuerzo material. El coronel perderá su casa hipotecada así como perdió a su hijo, como entregó los fondos de la revolución. Al final los muros de su casa serán un paredón para morir, un lugar para ver pasar a la muerte. Su puesta en escena, intenta recuperar fragmentos de la realidad: Una puerta, una ventana como una moneda de dos caras, una atomización del espacio, trozos de una vieja fotografía que el tiempo transformó en olvido. “Habrá que ponerle nombre a las cosas para no olvidarse lo que son”, dice la esposa del coronel, quien pregunta: “Mientras tanto, ¿qué comemos? ¡Dime!, ¿qué comemos?”, el coronel contesta: “¡Mierda!”. Las paredes del rancho se han hecho una interminable fila de láminas oxidadas que atrapan al coronel, al gallo, a su mujer y a sus ilusiones. En la puerta el hijo de ambos, Agustín, los mira sin entender. Entre sombras y luces pasan sus vidas. Es un trágico relato de nuestra América Latina.
Versión 2014
Juan Carlos Giménez Gallardo (más conocido como Carlos Giménez) nació en Rosario, Argentina el 13 de abril de 1946 y murió en Caracas el 27 de marzo de 1993, a consecuencia del Sida, tras vivir en Venezuela desde 1971 y asumir la nacionalidad por lo cual usaba la cédula No.6.287.457. Larga es la lista de eventos y de instituciones que creó, de la cual solo sobrevive Rajatabla. Dirigió no menos de 60 espectáculos y ahora hacen una versión de su glorioso montaje “El coronel no tiene le escriba”, a cargo del director Pepe Domínguez y con la participación de los actores. Francisco Salazar, Aura Rivas, Gonzalo Velutini, Marco Alcalá, José Sánchez, Loly Sánchez, Rafael Ortiz, Vicente Lezama y Johnny Torres. Usan el original diseño escenográfico de Rafael Reyeros