Las reformas, que comenzaron en 2008 y mantienen fuera de servicio dos de sus tres ascensores, son el motivo principal de que la sociedad que explota y gestiona el monumento, SETE, esgrime para justificar una efeméride sin conmemoraciones.
La puesta a punto de la «Dama de hierro», como se conoce a esta estructura de 330 metros de altura, terminará «en torno a septiembre u octubre», y será entonces cuando, según indica a EFE una portavoz de la sociedad, lleguen los festejos.
Aunque la restauración es la causa principal de que este año se haya puesto sordina a las celebraciones, hay una segunda razón: «Ya festejamos su 120 aniversario y no podemos permitirnos un homenaje anual».
Detrás de esta remodelación, explican, late la necesidad de «modernizar» el monumento, en concreto su primera planta que, pese a ser la más grande de las tres, con 5.000 metros cuadrados, es la que menos turistas congrega.
En busca de ese toque que haga el primer nivel de la torre más atractivo, gran parte de su suelo -situado a 54 metros de altura- se convertirá en una plataforma de cristal que dará al visitante la «sensación de estar flotando».
El arquitecto argelino Alain Moatti, padre de la idea, ha previsto además rodear la superficie con paneles inclinados, también transparentes, para incrementar la sensación de estar suspendido sobre la urbe.
Con el nuevo dispositivo, Moatti cuenta con mostrar de cerca las estructuras de sujeción de la torre, hasta ahora ocultas.
Además de la plataforma de vidrio, se han llevado ya a cabo reformas en los distintos restaurantes, tiendas y salas de conferencias que ocupan este espacio.
Un «lifting» que desde SETE esperan que se traduzca en un incremento del 20 por ciento en el número de visitas anuales y que justificaría, aseguran, la dilatación del proyecto.
El celo por respetar el trabajo del creador de la torre, Gustave Eiffel, explica también la mesura con la que se han afrontado las obras, que aspiran a la modernización del monumento sin que se pierda su esencia.
La torre fue inaugurada el 31 de marzo de 1889 a las 13.30 hora local, cuando Eiffel remontó los 1.710 escalones que separan el suelo del tercer piso e izó desde allí la bandera de Francia.
El arquitecto (1832-1923) la concibió como una atracción provisional para la Exposición Universal que debía ser destruida 20 años más tarde, pero la antena de radio colocada por la Armada Francesa en su punto más alto la salvó de ser desmontada.
Formada por 18.038 piezas metálicas, ensambladas con dos millones y medio de tornillos, sus 10.100 toneladas de hierro soportan además el peso de las capas de pintura anteriores, que se calcula en unas 250 toneladas.
El monumento estuvo rodeado de gran polémica durante los más de dos años que se necesitó para construirla, con críticas airadas por parte de algunos intelectuales, que se refirieron a ella como un «deshonor» para París.
El escepticismo, sin embargo, devino pronto en entusiasmo, y el monumento contó, tras su inauguración, con el beneplácito de los parisinos.
Su altura, que le permite ser apreciada desde cualquier punto de la ciudad, la convirtió en un símbolo que ayudó a fortalecer el prestigio internacional de París.
Ubicada a los pies del Sena y a un extremo del Campo de Marte, ofrece una vista excepcional que disfrutan una media de 7 millones de turistas al año, lo que la coloca como el cuarto enclave cultural más visitado de la ciudad, por detrás de la catedral de Notre-Dame, la Basílica del Sacré Coeur y el Museo del Louvre.
EFE