El expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva pidió esta semana al mandatario Nicolás Maduro que trabaje para crear condiciones que propicien un gobierno de coalición, con la finalidad de sacar a ese país de una crisis que ha generado en los últimos dos meses protestas callejeras que no se veían desde hace más de una década.
Detrás de las manifestaciones hay un descontento social que se ha agravado por los elevados índices de criminalidad, alta inflación y una ya crónica escasez de productos básicos.
El solo hecho de que el presidente Maduro haya permitido la participación de mediadores para propiciar un diálogo interno con sectores opositores, da -según observadores- reconocimiento a una situación que para algunos raya en la ingobernabilidad.
Este jueves tres cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y un enviado del Vaticano servirán de testigos en una primera ronda de diálogo entre gobierno y oposición que pocas veces se ha visto en el país desde que el chavismo llegó al poder en 1999.
Pero ¿es posible en ese contexto hablar de un eventual gobierno de unidad al que se refirió Lula?
«Para la gente que votó por Nicolás Maduro -y estoy casi seguro que la gente que votó por la oposición- no es una vía de solución sino incluso un potencial generador de un conflicto aún mayor del que ya existe en este momento a nivel político y a nivel social. Los dos sectores radicalizados y polarizados asumirían que quienes participen en un gobierno de coalición estarían traicionando lo que por años ha sido la lucha de cada uno de los sectores«, afirma Nicmer Evans, analista político.
«Respetando la quizás muy buena intención del presidente Lula, su diagnóstico de la realidad de Venezuela desconoce la posibilidad del nivel de conflicto que podría generar un gobierno de coalición como el que él está planteando», agrega Evans.
Escepticismo
Incluso el sólo hecho del anuncio de diálogo ya está generando escepticismo. Tras 15 años de gobierno del chavismo, solo los procesos electorales han servido para resolver momentos de crispación, y en esta ocasión, no se cree que vaya a surgir otra fórmula a corto plazo, como por ejemplo la renuncia del presidente. El propio Maduro ha negado esa posibilidad y ha dicho que la única salida son los comicios parlamentarios o un referendo revocatorio.
Pero aún así, algunos creen que el diálogo sí puede rendir frutos.
«La oposición y el gobierno pocas veces se han visto cara a cara. Muy pocas veces han dialogado respetuosamente y eso es una cosa que ha promovido muchísimo la polarización. Cada lado demoniza al otro y eso se facilita porque no se ven cara a cara. Sin embargo, ese diálogo a mí no me parece que necesariamente será un show, ni un fracaso, incluso podría dar un resultado inesperadamente bueno», asevera David Smilde, experto en temas venezolanos de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), una ONG con sede en la capital estadounidense.
El analista dice que la falta de diálogo expone al país a un escenario más impredecible y que necesariamente la negociación funciona como una de las pocas válvulas de escape que quedan.
«El chavismo tiene todas las ramas del gobierno, tiene la gran mayoría de los gobiernos locales y estadales. La oposición y la mayoría de la gente que protesta en las calles siente que no tiene voz. Para que este conflicto no se extienda en el tiempo el gobierno tiene que estructuralmente hablar con la oposición y darle algún tipo de voz», agrega Smilde.
Pero desde la oposición ven el diálogo aceptado por el gobierno como una excusa más para ganar tiempo en un contexto de deterioro rápido del poder.
«El liderazgo carismático y monolítico en torno a la figura de Chávez ya no está presente. Ahora hay un proceso de desmembramiento, de deterioro, de anarquización de la estructura de mando del chavismo. El movimiento de base se desconectó de feudos económicos, judiciales y militares que compiten entre sí para el reparto del botín, que en este caso es la renta petrolera», señala Jesús Torrealba, de la asociación civil Radar de los Barrios.
Torrealba en todo caso aseguró que la presencia de mediadores puede facilitar alguna salida y afirmó que otro escenario es muy peligroso.
«Todo el mundo debe apostar a que esa mediación sea exitosa. El colapso del gobierno puede generar un colapso del Estado con un severo impacto en la convivencia y la paz social. Si el colapso ocurre, a sabiendas de que Venezuela es un importante productor petrolero del hemisferio, las consecuencias para la región serán impredecibles», dice.
Desconfianza
Pero del otro lado del espectro político está un sector opositor que no se ve representado en el diálogo que se inicia este jueves, que no ve legítimo al gobierno de Maduro y que no acepta otra salida que su renuncia. Esto va contra la idea de cualquier gobierno de unidad o incluso de un simple diálogo productivo.
«La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) está en una posición muy difícil porque nunca ha apoyado el movimiento de protesta que ha surgido hace dos meses y que comenzó con Leopoldo López y María Corina Machado con el lema de ‘la salida’ de Nicolás Maduro. La MUD no representa a las personas que están protestando», acota Smilde.
Algunos observadores creen que es muy poco probable que el gobierno de Maduro estudie la posibilidad de incorporar figuras opositoras a su administración, con lo que la idea de un gobierno de unidad se desvanece.
Para la oposición, mientras no se resuelvan los temas de fondo, Venezuela seguirá en un estado de permanente confrontación, donde el diálogo solo será un asunto de forma.
«Lo que muchos aspiran (con este diálogo) es que al menos sirva para regularizar el conflicto y para evitar que el país llegue a una situación de violencia política generalizada. Porque en caso contrario, la actual situación que es muy grave, con 39 muertos ya contabilizados desde el 12 de febrero, podría transformarse en otra cosa muchísimo peor que ni el más radical quiere», dice Jesús Torrealba.
Para Smilde, por más complicado que sea el escenario venezolano, mientras haya una puerta que lleve a la negociación y al reconocimiento del otro, todavía hay terreno para una solución política.
«La historia de la humanidad está llena de situaciones de crisis y todas han tenido salida. Con eso no quiero decir que eso es lo que va a pasar en Venezuela. Pero hay una alta probabilidad de que haya una solución. Venezuela es un país petrolero que tiene mucho dinero. Es cierto que tiene una economía muy dañada, pero con tantos recursos no hace falta un genio para ponerla a marchar bien. Llegar a un acuerdo mínimo no es demasiado difícil».