Hay una visible y contundente nueva mayoría en Venezuela que el régimen castro-madurista intenta ocultar. En la alternativa democrática -en esa Venezuela que quiere cambio y progreso- todos nos oponemos al régimen dictatorial y decadente. No obstante, tenemos dos visiones sobre cómo salir de la tropelía: mientras unos piensan que Maduro debe cambiar, otros estamos convencidos de que Maduro debe ser cambiado. Fortalezcamos lo que nos une, discutamos las diferencias y marchemos unidos. El diálogo debe ser primero dentro de la alternativa democrática, para luego enfrentar juntos -con poder de pueblo- lo que no debe continuar.
Obligar a Maduro a cambiar su forma de gobernar, es lo que algunos visualizan para que se garanticen las libertades y derechos humanos, se proteja la propiedad y estimule el crecimiento con inclusión; proponen que el gobierno establezca una nueva política contra el desabastecimiento, la inflación y el hambre; en definitiva, exigen que el gobierno de Maduro dé un viraje hacia la democracia plena.
Otros pensamos que Maduro no cambia ni cambiará, debe ser cambiado democráticamente y, por supuesto, con apego a la Constitución que abre caminos, siendo la protesta y la calle la llave que da acceso a ese cambio democrático. Maduro no obedece a un proyecto de democracia, sino a un objetivo comunista cuyos pasos estratégicos provienen de Cuba. Esto no es habladera de paja, sino la más triste y antipatriótica realidad. La Venezuela petrolera es un objetivo del comunismo internacional, que tiene en Cuba su primer interesado; somos el sostén de los chulos Castro y de muchos otros del Continente y de más allá. En buena medida, UNASUR es “CHULASUR”. Más que la “revolución venezolana”, les interesa el poder de la “petrochequera”.
Sobre el cacareado diálogo recientemente iniciado, tengo dudas sobre el resultado que pueda arrojar, si bien la transmisión en cadena del primer encuentro permitió a la oposición hacer uso, en cadena nacional, de los medios masivos de comunicación con fuerza e intensidad, permitiendo enviar su mensaje adónde nunca penetra. No ocultaron los voceros del régimen su preocupación ante este hecho, que se compensó para ellos al mostrarse tolerantes.
El diálogo con el régimen, sin cumplir requisitos previos impostergables, le sirve la mesa a Maduro para un nuevo show, y para presentarse ante el mundo como democrático; le permite ganar el tiempo que requiere para refrescarse y atacar luego más duro. Es un frenazo o pasito pa´tras pa´agarrar impulso. El diálogo no debe darse mientras haya presos y crímenes no aclarados, y mientras los paramilitares mercenarios luzcan dueños de la calle.
Dialogar sin condiciones como pretende el régimen es un show, como lo fue para Chávez la Mesa de Negociación y Acuerdo, que concluyó en un florido documento suscrito el 29 de mayo de 2003, del cual el régimen no ha atendido ninguno de sus 19 puntos; para muestra un botón: se acordó ratificar que el “monopolio del uso de la fuerza por parte del Estado se hará solo a través de la FAN y la Policía”, pero ahora más que nunca los paramilitares mercenarios siembran el terror y la muerte. Se comprometieron de manera indeclinable “con la libertad de expresión”, así como a “contar a la brevedad posible con un árbitro electoral confiable, transparente e imparcial”. Manifestaron adhesión militante a la “Declaración Contra la Violencia por la Paz y la Democracia”, pero lo que ha habido es ausencia de paz y democracia, teniendo la violencia las puertas abiertas con saldo de ya de casi 200 mil asesinados.
Que Maduro cambie o cambiar a Maduro: no tengo dudas, cambiar a Maduro. Nadie da lo que no tiene, y Maduro carece de apego democrático, su compromiso es con el castro-comunismo. Por ahora, calle y más calle. Que la calle no calle.
Paciano Padrón / e-mail: pacianopadron@gmail.com / Twitter: @padronpaciano