Cuando la fotógrafa Daniela Toviansky quedó embarazada, comenzó a tomar clases grupales de aeróbic acuático. Ella y sus compañeras compartían un mismo deseo: tener a sus hijos por parto natural. Sin embargo, todas terminaron haciéndose una cesárea. Daniela fue la excepción: su bebé, Sebastián, nació a las 40 semanas como ella había elegido.
Lo que ocurrió con sus compañeras de grupo refleja la situación que atraviesan muchas de las embarazadas brasileñas de hoy día, sobre todo las de clase alta. Y aunque este fenómeno también es muy frecuente en otros países de América Latina, como Argentina, Chile, México y República Dominicana, por nombrar sólo algunos, con 52% de nacimientos por cesárea, Brasil se ha convertido en uno de los países con mayor tasa de nacimientos por este método en el mundo.
En las clínicas privadas el 83% de los bebés nacen por cesáreas y en algunos casos el índice llega al 90%. Así, esta intervención quirúrgica ha dejado de ser un recurso para salvar vidas y se ha convertido en la norma.
¿Cómo fue que se llegó a esta situación? Fallas profundas en la reglamentación del sistema de salud y una lógica perversa en la formación de los profesionales y obstetras que, por cuestiones financieras, terminaron perdiendo la costumbre de recomendar partos normales, son algunas de las causas, agravadas principalmente por la falta de información sobre el tema.
Desinformación
Una encuesta de la Fundación Fiocruz siguió a 437 mujeres en Río de Janeiro que tuvieron sus hijos en el sistema de salud privado. Al principio, el 70% prefería que el parto fuese por cesárea. Pero, finalmente, el 90% lo tuvo por este método. Y, en casi todos los casos, la cirugía se llevó a cabo antes de que la mujer comenzara el trabajo de parto.
La encuesta muestra que en algún momento de los nueve meses de gestación algo sucedió para que la mujer cambiara de idea. Según el sondeo, las mujeres «recibieron poca información sobre las ventajas y desventajas de los dos tipos de parto y los médicos suministraron muy poca información al respecto».
Tanto el informe como los médicos consultados por la BBC indican que las embarazadas, de todas las clases sociales, no están bien informadas.
Muy pocas madres o futuras mamás saben por ejemplo que las cesáreas aumentan el riesgo de un nacimiento prematuro (de menos de 37 semanas de gestación), debido a que puede haber un error de hasta una semana en el cálculo del estado de gestación, y la mayoría de las cesáreas son programadas.
Además de ser la causa de muerte de más de la mitad de los niños, el nacimiento prematuro puede traer dificultades respiratorias y problemas en el amamantamiento.
«Muchas veces, el médico no explica los problemas sexuales vinculados al embarazo», señala Etelvino Trindade, presidente de la Federación Brasileña de Asociaciones de Ginecología y Obstetricia (Febrasgo), «y entonces ellas le preguntan a una vecina o prima que siempre tienen alguna historia escabrosa sobre un parto normal».
«Está muy arraigada la idea de que un parto normal va a hacer que la vagina de la mujer quede muy grande y por lo tanto sexualmente inadecuada», añade. «Por esta razón, la cesárea surge como una alternativa».
Problema de costos
Según los expertos consultados por la BBC, la «industria de la cesárea» comenzó a formarse hace 40 años. «La epidemia de las cesáreas se inició en los años 70, cuando comenzó a ofrecerse como una solución (mediante una sola cirugía) para la esterilización permanente, con la ligadura de trompas», explica la partera Ana Cristina Duarte, una de las principales voces del movimiento para humanizar los partos en el país.
Para Braulio Zorzella, ginecólogo defensor del parto natural e investigador en este campo, el gran culpable es la Agencia Nacional de Salud, que regula los planes de salud en Brasil.
En su opinión, cuando la agencia jerarquizó los procedimientos, terminó dando legitimidad a los presupuestos creado por los planes privados de salud que remuneraban de forma discutible los partos, y esas reglas se mantienen hoy día.
(Un correo enviado por la ANS a la BBC después de la publicación de este artículo niega que la institución haya jerarquizado los procedimientos y dice que nunca ha fijado remuneración para los mismos, ya que esto no le compete).
«Todos los valores se equipararon, y, en un momento determinado, ya no valía la pena para un médico hacer un parto normal desde el punto de vista económico», dice Zorzella.
Es decir, un profesional gana más o menos lo mismo por una cesárea que dura tres horas que por un parto normal que puede durar más de doce.
Por otro lado, sostiene la partera Duarte, el hecho de que la cesárea sea programada es más conveniente porque se evita la incertidumbre de un parto natural.
«No sólo el médico no pierde tiempo, si no que no tiene que cancelar compromisos, consultas privadas o viajes».